NARRADORA
— ¿Es muy lejos? No puedo irme tan lejos del palacio a jugar – Aidan, a pesar de su inocencia, era un niño muy inteligente.
Ya habían caminado un trecho, casi corriendo, por el bosque que rodeaba el palacio y aún se encontraba dentro de las murallas.
La doncella se dirigía al paso cerrado de las montañas, detrás del castillo, donde había un sendero secreto y pasaba un riachuelo que le permitiría escapar en una pequeña barca preparada previamente, llevándose a este valioso rehén.
Le habían prometido mucho oro por este encargo y no dudó en aceptar.
— Ya estamos llegando, chiquillo, solo camina más deprisa— apretó la mano del cachorro con fuerza, haciéndole daño y llevándolo dando tumbos hasta el riachuelo, que ya podía escuchar.
— ¡Suéltame, me duele la mano! – Aidan comenzó a forcejear de repente
— ¡Ya no quiero ir! ¡No quiero ningún dulce! ¡Suéltame!
— ¡Te dije que ya estamos llegando, deja de ser tan mimado y malcriado! – lo jaloneó con algo de furia.
Odiaba a este cachorr