Adara permaneció en silencio mientras su mente aún procesaba lo que había experimentado. Los recuerdos de Christian, la amenaza implícita en su tono, le daban vueltas en la cabeza. Sabía que algo no estaba bien, pero no entendía completamente qué estaba pasando. Vladislav la miraba en silencio, evaluando cada palabra, cada reacción de ella.
—No me habías contado nada de esto. No sabía que podías tener visiones —dijo Vladislav finalmente, su voz más suave, aunque la tensión era palpable—. Otra cosa, sabía que las cosas entre tú y Christian no eran sencillas, pero lo que estás diciendo ahora... es grave. No es algo que se pueda dejar pasar, no se puede ignorar como si nada.
Adara lo miró, sintiendo que las palabras se quedaban atrapadas en su garganta. No quería preocuparlo, pero no podía dejar de pensar en lo que acababa de experimentar. Era como si Christian estuviera realmente ahí, en la oficina, preguntando por ella de una manera tan agresiva, tan desesperada.
—Lo vi, Vladislav. En