Al llegar a su auto, Christian la ayudó a entrar, observando cómo ella se dejaba hacer sin resistirse. Adara se sentó en el asiento del pasajero, y sus ojos apenas enfocaban algún punto. El aire parecía pesado, como si algo dentro de ella estuviera a punto de estallar, pero no sabía qué era. Solo sentía que quería escapar de sí misma.
—Estoy seguro de que si volvemos a la normalidad, todo se solucionará, Adara. Quizá necesitamos solo un poco de tiempo juntos, lo que siempre funcionó antes, ¿no? —agregó Christian mientras arrancaba el auto en un tono de voz relajado, casi tranquilo, pero con un dejo de manipulación que, aunque Adara no lo percibía, estaba claro para él.
El auto salió del estacionamiento, avanzó por las calles de la ciudad, y mientras se alejaban del edificio, Adara no dejó de sentir la opresión de su propia mente. Todo a su alrededor parecía borroso, fuera de foco. Las palabras de Christian resonaban en su cabeza, se repetían como un eco, pero ella no podía deshacerse