El rugir del motor del todoterreno de Vladislav se mezclaba con el viento que se colaba por la ventana, mientras atravesaban la autopista con rapidez. Adara estaba recostada en el asiento del copiloto con los ojos cerrados y el rostro relajado, y a su vez una leve tensión atravesaba sus facciones, lo que Vladislav no podía evitar notar. Su mente no dejaba de dar vueltas, pasando de una idea a otra, mientras observaba la silueta de Adara en el asiento junto a él. Cada vez que su mirada se deslizaba hacia ella, una extraña mezcla de preocupación y deseo lo invadía.

Lo que más le preocupaba, sin embargo, no era la forma en que se sentía atraído por ella, sino la forma en que la situación se estaba descontrolando a su alrededor. Algo en su interior le decía que ya no podía apartarse de Adara, que algo mucho más grande que él mismo lo unía a ella, pero la idea de ser vulnerable lo aterraba.

La luz de la tarde caía suavemente sobre el paisaje a su alrededor, vislumbrando la llegada de la no