La sala estaba sumida en un denso silencio, la tensión en el aire era asfixiante. Kam se encontraba de pie, frente a Christian, su figura imponente proyectaba una sombra que parecía envolver al propio líder de la manada Luna Roja. El rugido de las voces en la batalla aún resonaba en su cabeza, pero nada se comparaba con la ira que sentía en ese momento. La furia que lo embargaba era como una llama ardiente, iluminando la oscuridad de la sala.
Kam, con el ceño fruncido, se acercó a Christian con pasos firmes. El tono de su voz estaba cargada de desprecio, se escuchó tan fuerte que rompió el silencio.
—Eres un incompetente —le espetó, mientras sus ojos fulguraban con furia—. ¡Un maldito incapaz! Todos estos planes, todas estas fallas… ¡y ahora me vienes con otra excusa! ¿Qué se supone que debo hacer contigo, Christian? ¡Esto no puede seguir así! ¿Por qué no me informaste que traerías a esa mujer aquí? Hubiera planificado algo mejor y no me hubieras hecho quedar como un inútil. ¿Te das c