~Nueve años después~
Anastasia escuchaba risitas de burla y diversión a su alrededor, pero no le prestaba la más mínima atención: quizá, en otro momento, aquello le hubiese encendido las mejillas de un rojo intenso por la vergüenza. Pero ya su rostro entero estaba enrojecido, y no era por causa de las risotadas de ésos imbéciles: la cosa es que alguien le había arrojado chocolate caliente a la cara.
La verdad es que no lo vió venir; estaba distraída viendo el menú del comedor. Todo había pasado tan rápido frente a sus narices: al principio no entendía que había pasado, pero el olor del chocolate amargo, las risas ajenas y el gran ardor que crecía y se expandía en su rostro la hizo entender todo.
Se quedó allí parada por más de cinco segundos, en el medio del comedor. Rápidamente cubrió su rostro caliente con las dos manos, pero por su respiración cálida le hacía más daño. Gimió adolorida quitando las manos de su cara con rabia, y al tener su cara a la vista de todos, no tardó el escuchar un «chick» de una foto.
Los estudiantes se reían a carcajadas desde sus asientos, algunos golpeaban la mesa sin poder contener las carcajadas. Los ojos azules de Ana buscaron con desesperación una cara familiar. Pudo reconocer a algunas, pero internamente prefirió comer tierra que pedirles ayuda.
Ana ahogó un jadeo, estaba confusa y aterrada. Sin querer fijó sus ojos enrojecidos —por el líquido caliente, sumado a las lagrimas que empezaban a derramarse por encima de sus mejillas quemadas —en el culpable, lo vió hacer una mueca de desconcierto al ver a Anastasia: su cara contraída de dolor y vergüenza, su piel blanca estaba teñida de un rojo vivo, y sus labios rojizos temblando de miedo—todo de ella temblaba —.
Fabrit sintiéndose extraño, bajó la mirada hacia el vaso que tomó directamente de la cafetería, y vió el vapor caliente aún saliendo a flote desde el fondo. Dándose cuenta que la bebida que planeó que solo la ensuciara un poco, realmente la terminó dañando.
Y, a pesar de la escena que veía aquel muchacho —una loba débil, que parecía no estar feliz nunca, acabó de quemarle el rostro, dejándola acabada en todos los ámbitos habidos y por haber —, aún así, no lo hizo cambiar de opinión, ni arrepentirse por lo que había hecho. Miró hacia atrás, buscando a su novia; la cual estaba sentada en una esquina viendo la escena complacida, divertida. Le dio una sonrisa a su novio —Fabrit, heredero de una manada poderosa del otro lado del lago aurora, y también el culpable de las quemaduras faciales de Anastasia —con complicidad y satisfacción.
La pequeña Ana no tenía que ser genio para saber qué el fue que le echó el chocolate, la pregunta era "¿Por qué? ¿Que le había hecho Ana a ellos para que estos se comportan de la peor manera con ella? ¿Por qué siempre tenía que ser el blanco de las burlas y las bromitas?"
Los lobos cesaron las risas al ver la situación con un ojo más crítico, que aquello que pareció ser una gran broma, realmente le había hecho mucho daño a la chica.
Nuevas lágrimas corrieron por sus mejillas y ya no era por el dolor, era por las vergüenza que la situación le provocaba; ira, incompetencia, coraje y desconcierto. Sus cabellos platinados se pegaron a la piel sudada de su cara, dejándole un perfil deplorable, asqueroso y humillante.
—Ana... —escuchó que la llamaron, a pesar que reconoció aquella voz femenina, prefirió ni siquiera dirigirle la mirada. En ese momento lo único que deseaba era desaparecer.
Con un coraje burbujeante naciendo en su pecho, haciendo que su loba revoleteara al sentir las emociones de su dueña. Se giró sobre sus talones y se dirigió a la salida, empujando sin pretenderlo a Less en el trayecto.
Caminó a zancadas hasta salir del lugar que arruinó parte de su vida.
Por poco empezó a correr por lo pasillos, dejando la burla y las risas detrás de ella, no pudo evitar soltar sollozos y gemidos en el camino: quería salir de la escuela he irse corriendo a su casa sin importar nada más.
No quería encontrarse con nadie, aunque también sospechó que nadie se interpondrá en su camino, a menos que, por supuesto, sea para meterle un pie y hacerla tropezar.
Al cruzar un pasillo la jovencita no se percató —Anastasia era profundamente distraída —. De la persona que venía en sentido contrario, haciendo que su pequeño cuerpo chocara contra otro, un poco más grande que el de ella.
Soltó un jadeo de sorpresa y no evitó elevar la vista hasta encontrarse con los ojos condenadamente negros de Heldran.
El chico la miraba con el seño fruncido, la evaluó por unos segundos y al darse cuenta que algo no iba bien, abrió sus ojos lentamente con sorpresa y...enojo. «¿Quién tenía el coraje de dañarla de esa manera?» pensó él en ese momento.
La imágen que le regalaba su hermana no era la mejor, de ninguna manera, su rostro ya empezó a hincharse y sus ojos azules claros, tenían varias venas rojas provocadas por el llanto, parecían ser unas telarañas sobre su iris. Y eso, sin mencionar, que la vió asustada a punto de tener un colapso nervioso.
Ana aún queriendo romper en llanto, bajó la cabeza y trató de rodearlo, con intención de pasar por su lado y salir del pasillo. Lo que menos esperaba —ni en un millón de años —es que su muñeca fue atrapada por la mano de su —ahora —hermano. La jaló hacia él, pidiendo en un gesto dominante que lo mirara.
Ella no lo hizo, aún seguía con la cabeza echada abajo. Sin embargo, no forcejeo su agarre, la verdad es que estaba muy débil como para discutir con alguien, estaba a punto de decirle— tartamudeando, seguramente— que la soltara y que no se atreviera a reírse de ella —aunque por su voz aguda y muy aniñada jamás mostraría una pizca de amenaza—.
Pero llegó lo que ella nunca esperó, ni de él ni de nadie, al menos no de esa escuela:
—¿Quién te hizo eso? —interroga el chico con molestia sin dejar de mirarla a los ojos.
La rubia negó rotundamente, dando a entender que no dirá nada ¿Por pena? Claro que sí.
El chico le dió una mirada acusante aunque en sus ojos se veía; la lástima y la culpabilidad por lo que le hicieron a ella. En ese momento Less, que es prima de Heldran, se acercó en ese instante. Aparentemente iba a donde ellos ya que al encontrarlos frenó y los observó con atención.
—Vamos al comedor —le ordenó a su prima, Less sin dudarlo asintió y caminó delante de ellos. El chico con una jalada suave por la muñeca de Ana la obligó a caminar junto él. Ella sin ánimos lo obedece.
En unos segundos ya estaban cruzando la entrada del comedor, ella iba detrás de los dos chicos con pena, era extraño estar agarrando la mano de Heldran, ni siquiera recordaba la última vez que compartieron un contacto físico. Y, a pesar que era extraño —incluso para cualquiera que los viese en ese momento —se sintió segura y cómoda.
Al estar frente a todos que aún seguían comiendo, Heldran se volteó hacia su prima.
—Less —bastó con solo decir su nombre para que ella hablara. Las palabras estaban demás.
Less sin dudarlo elevó su mano señalando a un grupo que observaba la situación con miedo.
—Fueron ellos, le tiraron chocolate caliente a la cara —acusó con simpleza— Para después tomarle una fotografía—. Terminó haciendo referencia a que no fué un accidente: fue la peor maldad de todas, por que eso no había sido una broma.
El chico se fué hacia el grupo de aquellos, soltando la mano de la rubia, no antes de decirle a su prima que la cuidara.
Fabrit se levantó de su asiento sin miedo, fingiendo tranquilidad —haciéndose el valiente delante de su novia la cuál odiaba con toda su alma a Anastasia —enfrentó a Heldran.
Fabrit no tenía tanto miedo, estaban en la escuela más prestigiosa de todas, y aquí nadie se peleaba con nadie. Lo que podría esperar de Heldran es un sermón, o una amenaza, incluso un empujón o dos, como máximo.
—Oye amigo— llamó mientras que Heldran caminaba hacia él con decisión—...si quieres arreglar cualquier cosa ¿Por qué tienes que "ayudar" a una niña en apuros para buscar problemas conmigo? Me parece...
Sus palabras quedaron en el aire, ahogándolas en un gemido cuando un golpe seco paró en su cara. Algo en su nariz crujió, Fabrit sintió como un dolor nato, agudo e insoportable le recorrió todo el cráneo, al tiempo que un líquido espeso y burbujeante se atoraba en su garganta, impidiéndole respirar: algo le dijo que se trataba de sangre, pero no tuvo tiempo de siquiera detectar su sabor metálico cuando, en su estado mas enfurecido, Haldren le soltó el segundo golpe, derribandolo por completo.
Para Fabrit todo pasó demasiado rápido, su lobo interno aulló advirtiendo el peligro, y su estado de supervivencia estaba ahí; solo que su cuerpo quedó petrificado. Sintiendo el peso de la situación buscó con su mirada a Jackie, su mejor amigo, de pie a dos escasos metros de distancia, pero estaba petrificado, mirando la escena con un horror que le transmitió, obligándolo a reaccionar.
Gruñó como un animal herido, se dió la vuelta, quedando poca abajo en el suelo, tratando de escapar. Pero el otro lobo no se lo permitió: dejó caer todo su peso sobre la espalda, en una rodilla, quitándole todo el aire de los pulmones. Todo se volvió negro para Fabrit cuando Haldren lo cogió por los cabellos, con una mano, y estrelló su cabeza violentamente contra el suelo.
¡Dios, realmente quería matarlo!