2| Tela transparente

~Capitulo 2~

Fabrit a ese punto trató de convertirse en lobo y arañar la cara de su agresor con las fuerzas que le quedaban, pero este al percibir sus intenciones, volvió a alzar su cabeza y estrellarla de nuevo, con más fuerza. Dejándolo al borde de la inconsciencia. Fabrit ya no sintió el segundo golpe, ni los gritos de su novia, Carol, pidiéndole ayuda a los machos espectadores; suplicaba y empujaba a algunos de ellos, urgiendolos detener a Heldran. No pudo ver como todo se hacían a un lado, negándose a enfrentar un lobo grande, futuro alfa, que aunque aún tenía quince años, medía unos 1.80 .,m, alto, increíblemente fuerte, reflejos rápidos y que además querían y admiraban. La misma Carol sabía que por uno que defendiera a Fabrit, dos o tres darían la cara por Heldran.

—¡Fabrit! —chilló ella, desesperada, entre lágrimas.

Anastasia quedó sin aliento, el instinto de salir corriendo y escapar del ambiente violento estaba ahí, dentro de ella, pero lo que más la mantenía en su lugar —aparte de los brazos de Less —era que su hermano la estaba defendiendo. «¿A mí?» siguió ella, sorprendida.

—¡Heldran! —llamó su primo Bren, hermano gemelo de Less, urgiendolo a que reaccione.

Al ver que no funcionó se adentró al medio de la pelea, apartando en el proceso a unos espectadores hasta llegar a Heldran. Lo agarró fuertemente de sus hombros y lo jaló hacia atrás, con el propósito de separarlo de su víctima... y no tuvo éxito.

No lo movió ni dos centímetros; Heldran era el más fuerte de su manada y se encontraba furioso.

—¡Reacciona imbécil! —le gritó, sintiendo miedo al ver el rostro ido de Fabrit, aún recibiendo golpes. Al no obtener una reacción de su primo, gritó a la multitud —: ¡Marco! ¡Haz algo!

Marco, un chico de piel morena y fornido, pasó por el lado de Ana y Less, llegando al rescate. Rodeó a Heldran y su víctima y se puso al frente de su amigo, tomándolo con fuerza por la nuca, obligándolo a alzar la cabeza y mirarlo.

—¡Basta! —le gritó Marco, mirándolo directamente a sus ojos amarillos, furiosos, —¡Basta!

Heldran lo empujó, apartandolo, a lo que Marco se enderezó y le atinó un golpe en la cara, desviando su atención, a lo que tomó a Fabrit y se lo llevó consigo. Heldran hizo el amague de alcanzarlo de nuevo, pero Bren lo tomó de nuevo de los hombros, con más fuerza que antes.

Heldran gruñó de molestia hacia su primo.

—¡Suéltame! —le exigió, entre dientes, perdiendo la paciencia.

—No, hasta que te calmes —setenció él a cambio.

Gracias al alboroto que hizo Carol, sumado a los altos murmullos de los otros lobos ante la escena, fué caos suficiente para llamar la atención del personal del instituto. El encargado del edificio de la secundaria, estuvo parado en la entrada observando, impresionado, todo el desorden.

Heldran Out'Nel se encontraba siendo controlado por su primo Bren, quién lo sostenía fuertemente por la espalda, Marco estaba entre Heldran y Fabrit, como un escudo para que su amigo no alcanzara a su víctima. Y Carol, envuelta en un escandaloso llanto, estaba tirada encima de su novio, protegiéndolo con su propio cuerpo.

Bren fue el primero en reaccionar al encontrarse, de frente al inspector. Por instinto soltó a Heldran, a lo que el muchacho aprovechó en avanzar unos pasos. Todos se pusieron alertas alrededor, pero lo único que hizo el lobo fué caminar a zancadas largas hasta dónde se encontraba parada su hermana —aun sostenida por su prima —, para tomarla nuevamente por la muñeca y hacerla caminar junto a él. Ni siquiera miró al idiota de Fabrit cuando le pasó por un lado.

Anastasia permaneció callada durante el camino, aún impresionada. Era la primera vez que veía a Heldran furioso, y le hecho de que se haya mostrado así delante de todos, fué para defenderla. Hasta entonces, Ana se había acostumbrado a las malos chistes que le hacían los otros lobos en su manada, palabras que, sin algún pudor, Heldran las encontraba divertidas. Al punto de reírse en su cara más de una oportunidad.

¿Por qué esta vez fué diferente? ¿A qué vino esa extraña reacción? Antes solo la agredían con bromas, pero hoy fué la primera vez que la dañaban físicamente...¿Acaso eso era? ¿Heldran pensó que habían cruzado los límites?

La curandera Felonia se encontraba sentada en un rincón, leyendo una famosa revista de cocina, cuando la puerta de la enfermería se abrió de par en par dejando ver a los hermanos Out'Nel.

—¡Por Dios! ¿Que te ha pasado? —exclamó horrorizada, centrándose más en Anastasia al ver de cerca esas quemaduras.

—La quemaron —respondió Heldran por ella —¿Podría curarla rápido?

Felonia tomó suavemente el mentón de la rubia, alzando su cabeza, para examinarla mejor. La curandera, pensativa, entre abrió los labios para decir algo... Pero se vió interrumpida cuando la puerta se abrió de par en par nuevamente. Los tres voltearon al mismo tiempo hacia el sonido, encontrándose con un Fabrit apenas con fuerzas para mantenerse en pie, con ayuda de su novia, mientras dejaba gran rastro de sangre detrás.

—¿Que carajos está pasando en este lugar? —se escandalizó Felonia, intercambiando miradas de reproche a cada uno de los presentes. Por alguna razón pensó que las quemaduras de Ana tenían algo que ver con la situación de Fabrit y Carol.

—¡Fué Heldran! —acusó Carol aún en lágrimas, señalandolo con desprecio —. ¡El quería matarlo!

Felonia abrió ligeramente los labios, impresionada, mientras buscaba con la mirada al acusado. No buscaba una explicación —¡por supuesto que no! Era absurdo —, solo una negación: No se permitía creer que Heldran Out'Nel había hecho esta cosa tan horrible. No el Heldran que conocía desde que era un cachorro, al que no se le olvidaba de pasar por la enfermería y saludar a todas las curanderas, al atleta, al inteligente y buen portado que los profesores tachaban como “Un súper modelo” y que ella misma lo consideraba un lobo con todas las virtudes habidas y por haber. No ese Heldran. Parecía mentira —¡Sí, eso era! ¡Una vil mentira por parte de Carol —... sin embargo, Heldran no negó nada.

—¡Dios! ¡Quería hacerlo trizas! ¡Está demente! —siguió Carol, con voz chillona. Dejando por un momento a Felonia mareada.

Felonia empezó a tranquilizarla con palabras que Ana no logró escuchar; se encontraba tan cansada de todo, con cuidado se apartó la tela de su camisa de seda de su piel, con el afán de que no le rozara más las quemaduras.

Heldran al percibir el dolor de Ana, se quitó el suéter azul oscuro de la escuela, aflojó su corbata y empezó a desbotonar su camisa lisa de botones, la última prenda se la tendió a su hermana para que pudiera cambiarse. Ana con las mejillas rojizas, manteniendo el recuerdo de Heldran quitándose la ropa, aceptó la camisa. El lobo la ubicó encima de la camilla y rodó la cortina de plástico frente a ella para darle intimidad.

—Ya cálmate, todo se puede solucionar —escuchó la voz de Felonia. Suspiró con fastidio al saber que Carol aún seguía con sus histéricas quejas.

—¡El debería estar en detención y no aquí! —protestó con una indignación chispeante hacia el lobo.

—Por favor, espera a Fabrit afuera para que pueda hacer bien mi trabajo —le pidió la curandera.

—Ni de coña lo dejo a solas con él —se negó con desdén, mirándolo directamente.

—El también se irá.

—No, no lo haré —se escuchó Heldran decir con decisión, manteniéndose alado de la camilla de su hermana como un perro guardian.

—Estoy lista —avisó Ana detrás de la cortina, sonaba muy débil.

Felonia se encaminó hacia Fabrit, detallando de cerca su nariz rota que no dejaba de sangrar. Carol aún seguía con sus acusaciones y gritos y Felonia, con sus oidos adoloridos y aturdidos, le pidió que saliera a buscar el director Sergi, sabiendo que este no se encontraba en el edificio.

Heldran centró su atención en su hermana, encontrandola sentada con la cabeza gacha —aun se preguntaba como era posible que la curandera le importó más curar la nariz rota de ese idiota en lugar de las quemaduras de su hermana. Aquella decisión que tomó Felonia lo tomó como una ofensa personal —. Se acercó un par de pasos, para la sorpresa de Ana.

—¿Duele? —se interesó el lobo.

—Mucho... —su voz salió cortada.

—Ven —la convidó ir hacia el grifo que había en una esquina.

Tras pensarlo, se bajó de la camilla y se acercó al grifo. Heldran se aseguró que la agua estuviese fría, para que ella pudiera refrescar su rostro. Ana se inclinó en el chorro helado; suspiró de placer ante la frescura que se extendió en todo el rostro, con el afán de aliviar el dolor, adentró más su cabeza en el chorro, haciendo que el agua bajara hasta la clavícula, mojando un poco su camisa. Se quedó ahí, bajo el agua, tanto como la curandera lo permitió.

Felonia se acercó a Ana armada con un gel transparente, prometiendo alivio inmediato.

—Tienes suerte de que no te entrara en los ojos —le dijo Felonia, empezando a aplicar el gel sobre sus párpados cerrados.

Y vaya que era un alivio. Los dedos de aquella mujer eran la gloria misma. Ana gimió de alivio; aquel gel era frío, con un olor a menta exquisito, Ana elevó el rostro hacia ella para que ninguna parte de su piel quedara por falta de ese bendito remedio, Felonia al terminar con su rostro, empezó a aplicar cuidadosamente en la clavícula, dejando que la chica pudiera abrir los ojos.

Ahí se encontró a Heldran mirándola, ella al verlo trató de sonreírle, pero se dió cuenta que él no la miraba, o no precisamente a la cara... sus ojos estaban puestos más abajo de su clavícula. Ana pensó que Heldran miraba como Felonia se aplicaba el gel, pensó que estaba tan roja como un tomate, así que ella también bajó la mirada. Y todo el dolor, los pensamientos de las quemaduras, desapareció; para ponerse la camisa de su hermano tuvo que quitase todo la parte delantera, incluyendo su brasier, y gracias al chorro del grifo que mojó la camisa, hizo que la tela se pusiera transparente, dejando en descubierto todo su cuerpo:

Sus pechos jóvenes, redondos, con los pezones rosados endurecidos por el frío se alzó contra la tela, era como realmente estar desnuda. Ana sin poder creerlo volvió a mirar a su hermano, con una cara de ofensa... se sintió profanada y triste. Y, ante el sentimiento extraño de estar expuesta, se cubrió con sus brazos. El lobo despertó del trance con ese movimiento, y al percibir el gesto de Ana: guío sus ojos negros hacia otra dirección, y se alejó.

Se alejó igual que siempre lo hacía cada vez que Ana lo sorprendía mirándola... aunque eso era todo el tiempo.

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