4| Viejas sensaciones

En ningún momento pareció despegarse de ella y, entre más gestos recibía Ana, más se recalcaba un hecho:

Heldran la quería.

En tiempo pasado.

Al atravesar mejor la adolescencia todo se enfrió entre ellos: su hermano ya no la buscaba después de verla llorar en el bosque por las burlas, tampoco se preocupaba en darle la comida —o que el mismo se la preparara, si Ana se lo pedía—, y aunque todavía conservaba la costumbre de escabullirse a su habitación en las noches para dormir cerca de ella, hace un año que Anastasia se levantaba, muy temprano en las mañanas, y no sentía el olor de Heldran, ni su presencia en los pies de su cama; y hasta sus peluches de felpa amanecían en el mismo sitio dónde ella los dejaba. Haciendo incapié que nadie los tocó durante toda la noche.

Se tuvo que tragar sus quejas, porque tampoco podía conversar con él; Heldran parecía esquivarla todo el tiempo y, muy a la vez, la abrazaba por la espalda, de repente, y luego se alejaba y la seguía ignorando en las siguientes semanas.

Solo la buscaba cuando necesitaba abrazarla, en silencio, sin darle una clase de explicación, y seguir con su vida dejándola atrás.

Anastasia estaba harta de eso, de sus actos bipolares, tomándola como si fuese un objeto al que solo acudía para sacear alguna clase de... necesidad. Pero tampoco tuvo la oportunidad de reprocharle nada, porque a sus trece años, de un día a otro se largó a Valle Zafiro, a la academia Wolf' Scholzz.

Dónde entrenaban a lobos con el Intelecto más elevado de lo normal, la mayoría que asistían eran futuros alfas y betas, estrellas, lobos que prometen grandeza a sus castas. Y al parecer Heldran fué un elegido.

Lo natural después de eso, es que Ana sufrió mucho por su ausencia. Anteriormente no le gustaba estar con otros lobos, o no se atrevía sentarse a la mesa con otros sin Heldran, porque siempre la defendía.

Desde su ida, Ana se quedó sin voz, sin defensas, sus barreras se desmoronaron, dejándola indefensa. Y desde que Heldran se fué, cada noche sin falta, se sentaba en el alféizar de la ventana —por alguna razón, Heldran no le gustaba verla cerca de la ventana, y menos si estaba abierta —, con la suerte de que algún día lo vea llegar. Y esas noches se convieron en semanas, y luego meses... hasta formar dos años, una noche con luna llena, Ana observó a Heldran caminar junto a su padre hasta las puertas del palacio.

Y si el Heldran que antes la trataba con frialdad poco antes de marcharse, él Heldran que volvió era más insoportable que nunca. Aunque Ana murió de alegría al verlo llegar, sintió unos deseos infernales de abrazarlos y besarle... una de sus mejillas, como de costumbre, pero sus intenciones fueron mal recibidas aquella noche, y en todas las que le siguieron a esa: Heldran la rechazaba directamente, la ignoraba por completo y siempre parecía tener una excusa o motivo para discutir con ella, de cualquier tontería. Para que al final terminase gritandola, y ella, bastante harta, también le hacía lo mismo. Sus días se resumían a eso, desde su llegada.

Anastasia por un instante pensó que en cualquier momento se le pasaría el malhumor y volvería a ella, silencioso, a rodearla con sus brazos como siempre... pero eso también cambio; de hecho, ella cuando le rozaba por accidente, él se apartaba a una velocidad increíble, como si su tacto le quemara.

Anastasia al estar al tanto de su desprecio, cuando una parte de ella aceptó el hecho de que Heldran ya no la quería como antes, se sintió rechazada, indignada, y ofendida... pero a pesar de todo por lo menos tenía a Thomas.

Ana conoció a Thomas Palton un año después de que Heldran se fuera a la academia de lobos. Lo miró por primera vez, siendo camarero de uno de los tantos restaurantes de lujo de los Out'Nel, en los incontables días que ella iba allí, tomando unos de sus ricos postres como un escape de la realidad. Fué cuando sus ojos se encontraron y él, con esa hipnótica mirada, le regaló una de sus deslumbrantes sonrisas. Robándole el corazón.

Poco después de interactuar, Thomas se atrevió a quitarle su número de teléfono, y poco meses después, empezaron a salir, como novios.

Heldran se enteró de eso gracias a Bren: le contaba, por petición de su primo, de que Ana últimamente solía llegar a su casa a altas horas de la tarde, tres o cuatro horas después de terminar el horario escolar, y que el lugar dónde solía ir era el restaurante de comida gourmet de la capital, dónde vivían.

Heldran, semanas después de su llegada, tomó la decisión de seguirla y conocer el origen de sus desapariciones constantes. Conociendo por fin a su novio, y viéndolos de una manera que le hirvió la sangre: Los brazos de Anastasia estaban alrededor del cuello del chico, vestido de camarero, mientras él le daba un beso suave en los labios.

Anastasia no supo de este hecho, pero lo sospechó cuando un día llegó a su casa, tras verse con Thomas, y Selene la recibió en el lumbral del palacio. No gastó el tiempo explicándole nada, después de aventarle una cachetada en su mejilla derecha, sacándole una lágrima casi al instante.

Vió a su hermano en el piso superior, viéndolos desde los barandales de las escaleras... satisfecho.

Al otro día, un sábado en la noche, Less y Bren los visitaron para quedarse el fin de semana. Durante la pijamada, Less se acercó a su oído, durante la cena: “Heldran supo lo tuyo con Thomas —comentó en voz baja, cuidadosa —. Y lo fué a buscar ayer mismo. Le dejó un ojo morado y le rompió la nariz”.

Anastasia guardó silencio. Estaba profundamente cabreada. Sin creer su incumbencia, intercambió miradas con Heldran, que estaba sentado frente a ella, sentía una ira incontrolable. Su hermano al sentir su mirada... la miró de vuelta, con rudeza, retandola a que le reclame por eso. Ana al saber que no le daría explicaciones de esa acto, ni mucho menos disculparse, se levantó de la mesa, sorprendiendo a todos —incluso Less, que dió un respingo por su movimiento brusco —, y se largó a su habitación.

Aquella fué la única interacción que tuvieron durante lo que restó de ese mes. Heldran no pudo llamar su atención, ni tocarla, ni tampoco conversar con ella.

... hasta el día que la vió correr por lo pasillos, con el rostro rojo, y varias lágrimas bajando por sus mejillas. Que pudo hablar con ella, protegerla abiertamente, tocarla y... verla, observarla mucho.

Y ese mismo día, Ana se atrevió a conversar con él, después de llegar de la escuela, aunque esa noche no salió nada bien.

NOTA DE AUTOR: realmente este Capi con el anterior, formaban uno solo. Pero tuve que dividirlo en dos partes para no agobiarlos con tanto. Que no tenga mucho diálogo no es para aburrirlo, solo que no fué necesario tomando en cuenta que solo se narraba los sucesos que pasaron antes del capítulo uno. Espero que os guste. 🫶🏼✨🤗

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