La noche cayó con una rapidez inusual, como si el bosque hubiera decidido tragarse el cielo. Elia regresó a la casa de Lena con el cuerpo entumecido y la mente ardiendo. La marca en su hombro no había dejado de latir desde el encuentro en el claro, como un corazón ajeno pegado a su piel. Cada vez que cerraba los ojos, veía las piedras, las garras, los ojos dorados.
Pero lo que más le inquietaba era la voz de Riven. No por lo que dijo, sino por cómo lo dijo. Como si hablara desde otro tiempo. Uno donde ella ya había existido, vivido… y quizá muerto.
—No debiste haber ido sola —dijo Lena cuando entró, sin mirarla.
—No lo estuve —respondió Elia.
La anciana giró el rostro lentamente, el ceño fruncido.
—¿Lo viste?
Elia asintió.
Lena apretó los labios. Algo se cerró en su mirada.
—Entonces el tiempo se ha acelerado. No tenemos semanas. Quizá ni días.
—¿Para qué? ¿Qué está pasando? ¿Quiénes son ellos? ¿Qué soy yo?
Lena se levantó. Caminó hasta una estantería polvorienta y extrajo un cuaderno de t***s de cuero oscuro. Lo dejó caer sobre la mesa con un golpe seco.
—Tu madre me lo entregó antes de desaparecer.
Elia contuvo la respiración.
—¿Mi madre?
—Te dijeron que murió en un accidente. No fue cierto. Se fue porque sabía que esto iba a pasar.
Elia se sentó lentamente. Las manos le temblaban mientras abría el cuaderno. No eran páginas escritas: eran dibujos, símbolos, anotaciones en un idioma que parecía latín mezclado con algo más antiguo. Códigos y formas lunares. Y en medio de todo, una frase repetida varias veces:
"La sangre llama a la luna. La luna reclama su nombre."
—¿Qué significa?
—Que eres parte de una línea que el mundo intentó enterrar. Una Sangre Lunar. Herederos de la conexión directa con el Velo.
Elia tragó saliva. Sintió que el suelo se alejaba bajo sus pies. Todo lo que creía estable se volvía vapor.
—¿Y qué tiene que ver Riven con todo esto?
Lena la miró por un largo momento. Como si dudara si debía decirlo todo.
—Él es un Alfa. El último de los verdaderos. Si tú estás despierta, él está obligado a protegerte… o a matarte, si te conviertes en amenaza.
—¿Protegerme de qué?
—De ti misma —dijo Lena, y esta vez, su voz fue más suave. Como si lo lamentara.
Esa noche, Elia no logró dormir. Se sentó en el alféizar de la ventana, envuelta en una manta áspera, observando el cielo nublado. La luna aún no había emergido, pero su ausencia era igual de pesada. Como si algo invisible la retuviera, esperando el momento exacto para hacerse presente.
Pasada la medianoche, algo la hizo girar la cabeza. No fue un sonido. Fue una sensación. Un tirón en el pecho. El mismo latido de la marca.
Bajó las escaleras sin hacer ruido. Salió por la puerta trasera. El bosque la recibió como una boca abierta. Caminó sin pensar, solo siguiendo el ardor en su piel. Ya no distinguía si el impulso era suyo o venía de algo más profundo.
Y allí estaba. En el mismo claro.
Riven.
Solo. Sentado sobre una de las piedras, la mirada perdida en el cielo.
—¿Me sigues... o te llama la luna? —preguntó sin mirarla.
—No lo sé. Todo me duele. Todo me arde. Y tú tienes respuestas.
Él bajó la cabeza, suspirando.
—No te gustarán.
—Dímelas igual.
Riven se puso de pie. La luz de la luna comenzó a filtrarse entre las nubes justo entonces, bañándolo en plata. Su silueta parecía esculpida por el bosque mismo. Elia sintió que el aire cambiaba. Que el mundo se tensaba a su alrededor, expectante.
—Tu nombre no es solo un nombre. Es una llave. El linaje de las Sangres Lunares fue erradicado porque podían romper el Velo. Tú eres la última. Y eso te hace el principio… o el final.
Elia sintió un escalofrío en la columna. No era miedo. Era vértigo.
—¿Y tú qué eres?
Riven se acercó un paso. Su voz bajó a un susurro.
—El único que puede evitar que te pierdas.
Sus palabras no fueron una promesa. Fueron un aviso. Pero la forma en que la miraba… era otra cosa. Había una tristeza antigua en sus ojos, y también algo que ardía como deseo contenido.
Elia no supo si fue la luna, el frío, o el magnetismo entre ambos. Pero en ese instante, algo se quebró en su interior.
Y algo nuevo empezó a crecer.