Ariana
El silencio tiene un sonido. Uno lento, denso, que se cuela por las rendijas de una casa que alguna vez fue refugio y ahora se siente como una caja de cristal. El sonido de un reloj que no se detiene, del viento que empuja sin permiso las cortinas blancas, del suspiro contenido en medio de la madrugada.
La paz es hermosa, me dijeron. Pero nadie me preparó para la paz después del caos. Nadie me explicó que, a veces, cuando el campo de batalla desaparece, lo que queda es el eco de los gritos que no terminan de irse.
Y Killian… él no está aquí, aunque duerme a dos habitaciones de distancia. Lo siento lejos, como si la guerra le hubiera dejado cicatrices que aún no quiere mostrarme. Como si estuviera conmigo, pero a la vez, no.
Hoy fue uno de esos días eternos. Hice café por puro reflejo, y lo dejé enfriarse en la encimera mientras veía la lluvia caer sobre el jardín. Nuestra casa—esa que elegimos como símbolo de un “empezar de nuevo”—está llena de muebles nuevos, pero todavía huel