Al día siguiente Luciana no tenía ánimos de levantarse, Santiago la había dejado sin fuerzas, no sabía cómo es que ese hombre era tan fogoso. Luego de la tan satisfecha y excitante, se dieron un baño, justo después de salir y mudarse, Emily había entrando a la habitación, ella se encargó de hacer que su padre las llevara al cine y luego a comer, en la noche Luciana le había dado un baño a la niña y luego le había leído un cuento hasta que se quedó dormida. Santiago la había sacado casi arrastras de la habitación.
—Te deseo — le había dicho y le había hecho el amor durante horas, y justo ahora estaba frente a ella, recién bañado y con un traje hecho justamente a la medida se veía más que perfecto.
—No es justo que te veas también — Santiago se giró con una sonrisa en el rostro al oírla.
—Yo soy perfecto de cualquier forma — Luciana sonrió aún con los ojos medio cerrados.
—Engreído.
—¿No piensas levantarte para desayunar conmigo? — Luciana se tapó hasta la cabeza con la cobija.
—N