5

Cuando volvió a la realidad estaba recostada sobre una cama y rodeada con sábanas blancas. La luz suave y el olor a medicina le hicieron saber que estaba en un hospital. Su mano estaba siendo tomada con suavidad por Javier, quien estaba con la cabeza recostada sobre la camilla. Ella lo reconoció al instante, con un movimiento brusco alejó su mano de la suya.

Y es que, hace seis años, el doctor le había dicho que podría recuperar la memoria gracias a un impacto emocional o en un caso más tardío esperar a que pasara el tiempo.

—Oh, has despertado. Llamaré al doctor para que te venga a revisar—. Dijo el hombre.

—¡Detente!—. —¿Qué haces aquí?— Interrogó.

—Valentina. Estabas en casa cuando te desmayaste, cuando te encontré te traje de inmediato. Sufriste un pre infarto, por favor no te agites o de lo contrario, todo se complicará.

—Te recuerdo que estás fuera de mi vida. Trae a mis hijos inmediatamente, ellos no merecen estar con un padre como tú.

—¡Tus recuerdos se han recuperado!— Exclamó contento pero a la vez preocupado, ya que eso significaba una cosa: que ellos estaban divorciados y ella lo odiaba a muerte por todo el daño que él mismo le causó.

Siete años atrás…

Javier Montalván perdió a su padre, víctima de un asesinato a sangre fría ocasionado por su propio asistente cuando fungía como presidente de su propia empresa. Desde entonces Javier, como hijo único se tomó la venganza por su cuenta y, al tomar posesión de la empresa obligó a la hermana del asesino para que se casara con él, de lo contrario, lo mataría antes de que el caso se terminara de resolver y saliera a luz el verdadero culpable.

—Hermano, no lo hagas, no me entregues en matrimonio a un hombre desconocido—. Suplicó Valentina, con apenas dieciocho años de edad cumplidos y toda una vida profesional por delante junto a un futuro brillante que muy pronto dejaría de serlo.

—Eres la única que puede salvarme de la muerte y de ser enviado a la cárcel. Aunque, siempre estaré con prisión en casa por los hombres que me vigilan desde afuera. Pero créeme que en cualquier momento puedo escapar y todo se resolverá. Tú volverás a tu vida normal y haremos de cuentas que ese incidente nunca sucedió—. Prometió.

Fue así como el malvado hermano entregó a la pequeña Valentina al multimillonario Javier Montalván. Poco después de celebrar el matrimonio por la fuerza, el hermano huyó del lugar y Javier juró que no se divorciaría de ella mientras el prófugo no apareciera frente a él.

En ese entonces Javier comenzó a tener amantes mientras la esposa pasaba las noches en soledad. El primer mes de matrimonio se pasó lento, él no la había tocado, sentía asco con solo el hecho de acercarse a ella y, eso alegraba a la chica ya que no estaría lidiando con un enfermo con sed de venganza.

—Si quieres vengar la muerte de tu padre, ve por el verdadero asesino, tu dices que mi hermano fue quien le quitó la vida, ¿qué hago yo en este infierno entonces?

Gritaba ella cada vez que él llegaba a casa y le recordaba que era su esposa y debía servir su comida en la mesa a la hora indicada. Valentina sentía un odio profundo hacia su hermano, habían sido muy cercanos pero luego de la muerte de sus padres él se convirtió en un animal y en la primera oportunidad que tuvo se deshizo de ella de la manera más cruel.

—De nada sirve que te quejes—. Decía Javier con una sonrisa de burla. —Tus lágrimas y lamentos no me harán cambiar de opinión.

—Al menos permíteme estudiar, no me prives de esa oportunidad que solo puedo aprovechar en mi juventud—. Suplicó arrodillándose frente al hombre.

—¿Quieres estudiar?— Consultó alzando una ceja y… viendo una excelente oportunidad para su propio beneficio.

—Sí.

—Tengo una condición. Si la aceptas, estoy dispuesto a financiar tus estudios y un poco más.

Sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Qué quieres?

—Sé mi puta en la cama. Deberás de complacerme a la hora que yo quiera y donde sea que nos encontremos.

—¡Me das asco! ¡No lo acepto!

—Es eso o quedarte encerrada en casa hasta que tu hermano decida venir a rescatarte y sabes que eso no va a suceder, probablemente.

Valentina se quedó pensativa por un largo rato. No tiene otra alternativa para su vida, es eso o perder toda su juventud siendo ama de casa y encima viendo como su marido se va cada noche con sus amantes.

—Está bien. Acepto ser tu… tu puta. —terminó la frase en voz baja.

—De ser así, firmaremos un contrato en el cual nos comprometemos a nunca enamorarnos. Si un día cometes el error de quedar embarazada debes abortar de inmediato, no quiero ser el padre de tus hijos.

Valentina tragó saliva. Ese hombre era un completo manipulador pero ella no estaba en la capacidad para tomar sus propias decisiones correctamente.

Ella comenzó a estudiar en la más prestigiosa universidad de diseño y arquitectura. Sin saberlo, su marido también era un arquitecto y dueño de sus propias empresas. No fue hasta un par de días después que ella lo descubrió cuando en una clase el maestro mencionó que quien se esforzara mejor tendría la oportunidad de hacer su pasantía en dichas empresas.

—Esta noche quiero que uses este conjunto que mandé a diseñar exclusivamente para ti—. Dijo en una ocasión, entregándole ropa interior sexi y provocativa. —Quiero que lo modeles para mí.

A decir verdad, nunca habían tenido relaciones sexuales y, tal parecía que esa noche finalmente sucedería algo.

—Solo… ten cuidado, por favor. Soy virgen.

Javier sonrió como burla, ¿acaso creerá que una joven tan hermosa no ha estado con otros hombres? Su sorpresa fue cuando descubrió que ella decía la verdad… él había sido el primero en explorar y probar su virginidad.

Con el pasar del tiempo, Valentina lo complacía en todo. El hombre era demasiado hermoso y enamorarse de él en poco tiempo no fue difícil, el único obstáculo para confesarle su amor es que él ya había dejado claro que estaba prohibido enamorarse.

Anteriormente el hombre solo entraba en la habitación de la chica y se iba cuando había terminado su sesión de sexo. Esa noche fue la excepción, él se quedó a su lado y lo más sorprendente es que la abrazó… la abrazó tan fuerte como si no la quisiera dejar ir nunca de su lado.

Valentina sintió una sensación inexplicable, esa calidez que ella tanto había anhelado la estaba experimentando por primera vez. Se quedó quieta, haciéndose pasar como si estuviera dormida para que él no se levantara y se fuera.

Valentina estaba feliz, había logrado derretir con su ternura el corazón de su marido y estaba segura de que a partir de ese momento todas las cosas malas acabarían y sería una nueva etapa para su vida. Bueno, eso era lo que ella pensaba en su mente, sin embargo, los planes de aquel malvado hombre eran distintos.

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