Esa misma semana, Cristian recibió una llamada telefónica mientras visitaba a su hijo. Le informaban que el hombre abusador había sido detenido en el aeropuerto cuando se aprestaba a salir del país.
—Isabel. Debes acompañarme a la estación de policía para que reconozcas a tu agresor. El niño también tiene que hacerlo, los delitos son graves y es probable que lo encierren y no vuelva a ver la luz del día.
Le informó.
Volver a ver a ese hombre era un martirio para Isabel. Pero tenía que hacerlo si quería que la justicia prevaleciera. Tenían que presentarse ante un tribunal y acusarlo de cuanta cosa le hizo durante los meses que estuvo sometida a él.
Afortunadamente, ella ahora tiene a alguien que pone su hombro para apoyarla… alguien que le limpie las lágrimas y la sostenga cuando esté a punto de caer.
Le permitieron también a Cristian que entrara. Los tres enfrentaron al maldito acosador. Cristian se mordida la lengua, deseaba estampar contra la pared al hombre que les suplicaba por