Toda la conversación se estaba poniendo muy interesante y Javier no pudo evitar preguntar:
—¿El accidente es lo único que recuerdas?
—Sí. Solo vi que una mujer manejaba un auto mientras yo cruzaba la carretera… luego de ese suceso no puedo recordar más.
—Créeme que el padre de tus hermosos hijos sí te buscó. Nunca te encontró, pero nunca perdió las esperanzas, hasta ahora.
—¿Cómo lo sabes? ¿Tú lo conoces a él?
—Sí. Lo conozco.
—¿Cómo era mi relación con él?— indagó con interés y nostalgia.
—Era tu esposo— hizo una pausa. —Te amaba con toda su alma… él, te sigue amando demasiado—. Confesó. —Lastimosamente, un día te perdió el rastro y estuvo a punto de morir. De no ser por las ganas de encontrarte, lo más probable es que ya estaría muerto.
—¿Crees que… le agrade la noticia de que tiene tres hijos?
—Te juro que él estará muy contento de ser padre—. Expresó, limpiando una lágrima y frenando las ganas de abrazar a su gran amor. —¿Quieres que te lleve con él?
—¿Es un trato?
—Sí.
—Está bien. Quizá estando con las personas que me aman pueda recuperar los recuerdos.
El señor Javier habló con su madre para que de inmediato le preparara una habitación al lado de la de él, que es la principal. Él, omitió el hecho de que llevaría a tres pequeños y a la mujer de su vida y que, desde ahora, ha jurado recuperarla aunque sea ocultándole la verdad.
—¿Quieres que pasemos por tu casa recogiendo sus pertenencias o prefieres que les compre todo nuevo?— propuso.
—En realidad, nosotros no vivimos en esta ciudad. Estoy ahora por trabajo y nos estamos hospedando en un apartamento durante el año que estaremos aquí y que, por cierto, ya casi está por acabar.
Mi jefe es quien paga todas las comodidades, incluyendo la de los trillizos.
—¿Cómo se llama tu jefe?— preguntó Javier. Empuñando las manos por debajo de la mesa.
—Él es el señor Gallardo. Soy su asistente personal.
—¿Desde cuándo?— preguntó Javier.
—Después del accidente, fue él quien me recogió de la calle supuestamente y me llevó al hospital. —Desde entonces se ha hecho cargo de mí y luego también de mis hijos, él es una buena persona. Cuando mi esposo lo conozca, sé que estará feliz de que haya encontrado un ángel en el camino—. Se jactó con emoción.
—Entiendo— dijo Javier, no muy convencido de que ese hombre, su rival de años, sea sincero con la chica. Está seguro de que hay algo oculto en él.
Fueron al hotel por sus cosas y al ver que eso no sería suficiente para estar toda una vida en casa, Javier les propuso a los chicos ir a dar una vuelta por la tienda y que ellos tomasen todo lo que quisieran y que los gastos correrían por su cuenta. Valentina no lo aceptó, al principio se negó, no podía darse el lujo de causarle tantas molestias al hombre que se ha mostrado muy colaborador con ellos, pero finalmente los niños la convencieron y fueron ellos mismos quienes le buscaron los mejores y más bellos vestidos de aquella tienda.
Ella parecía una princesa… su cuerpo pequeño y delgado la hacía lucir fantástica y seductora con sus curvas muy bien definidas y el abdomen plano que ni siquiera se notaba que había dado a luz a dos hermosos príncipes y una princesa.
—Oiga, señor Javier. ¿A poco mi madre no se ve muy hermosa?— comentó uno de los niños, siendo coqueto como si en algún momento incitara al hombre a que pusiera sus ojos en su madre.
Y es que desde que nacieron, ellos han convivido con el señor Gallardo y siempre lo han visto como una figura paterna. Aunque nunca le han llamado papá, pues, Valentina tuvo sus dudas de quién sería el padre de sus hijos, solo estaba segura de que el señor Gallardo no lo era. Pues, en algún momento él le mencionó que habían estado en una relación y que producto de ello había quedado embarazada, pero cuando ella le pidió pruebas de esa relación, él titubeó y no pudo demostrar absolutamente nada, ni siquiera una fotografía había de ellos juntos.
Bueno, ni siquiera un mensaje de texto que le garantizara que en realidad habían sido cercanos en el pasado. Entonces, luego de eso, el señor Gallardo, al verse perdido, dijo que había sido una broma y que podía quedarse siempre viviendo en su misma casa, siendo él su salvador y benefactor. La chica le dijo que ella aceptaba verlo solo con ese parentesco, nada de una relación de pareja.
—Tu madre… —hizo una pausa—. Tu madre se ve muy espectacular… todo en ella es perfecto— admitió el señor Javier.
Los niños celebraron, aplaudieron y sonrieron, mientras que la chica se sonrojó al ver la dulce sonrisa de aquel hombre que, aunque la trataba con respeto, presentía que él le estaba coqueteando y eso le aturdía. Pues, se supone que él mismo conoce a su esposo y pretende traicionar su confianza.
—Oye, pensándolo bien, creo que no es buena idea que nos estés consintiendo de esta manera cuando se supone que vamos a casa de mi marido, ¿qué crees que pensará él?
—Él estará feliz de que yo los esté cuidando. De ahora en adelante, lo haré con todo el gusto del mundo.
Pero bueno, será mejor que nos demos prisa. La noche se acerca y ustedes tienen que ubicarse en sus habitaciones.
…
Llegaron a la gran mansión. Los niños estaban encantados al verla desde afuera y, no digamos cuando entraron, se quedaron maravillados y observaron con delicadeza cada detalle en la decoración.
—Tengo un vago recuerdo de un lugar como este. ¿Acaso mi esposo y yo vivíamos aquí?—preguntó.
—Sí—. —Este ha sido su hogar desde siempre—. Respondió.
Javier le mostró una habitación a cada uno de los niños. Prometió que al día siguiente podían decorarla con lo que ellos quisieran, incluso si le pedían demolerlas para ampliarlas, lo haría con mucho gusto.
Ellos sonrieron, se sienten los niños más felices del mundo en ese momento.
—Mamá, este hombre es increíble—. —Si papá no nos gusta, le llamáramos papá a este señor—. Declaró el pequeño.
Justo en ese momento el teléfono de la mujer comenzó a timbrar.
—Perdón, es mi jefe.
Se disculpó, alejándose un poco.
Javier no aguantó los celos y la rabia. Se acercó a ella y le hizo una señal para que no protestara.
—¿Dónde están ahora? Me informaron que habías entregado las llaves de tu apartamento—. —¿Eres estúpida?— la reprendió aquella voz varonil pero despiadada.
Javier le arrebató el teléfono a su amada y furioso se lo llevó al oído.
—No es estúpida. Solo ha regresado a los brazos de su marido—. Declaró.
—¿Montalván?
Aquel hombre tembló cuando escuchó la voz del señor Javier.
—Ese mero te está hablando. ¿Te atreves nuevamente a llamar estúpida a mi esposa?
—¡Qué!
Exclamó Valentina. Sin poder creer lo que había escuchado.