Volvieron a quedar paralizados con la noticia.
—¿Qué dijiste, esposa?
—Nuestra familia está creciendo. Un nuevo integrante viene en camino.
Todos celebraron. Se levantaron y felicitaron a Valentina. Los trillizos pedían que fuera una niña y el tío Cristian también.
—Oye, ¿Por qué lloras, idiota?—. Preguntó Javier.
—Tú sabes que, por mi condición de salud no podré tener hijos propios. Me alegro mucho porque vosotros si podéis y su familia será numerosa.
—Ven aquí, idiota. Sabes que siempre seré un hombro en el que te puedes apoyar cuando estés triste o deprimido.
Javier abrazó a su amigo.
Hace unos años, Cristian tuvo cáncer. Cuando logró vencerlo le informaron los médicos que debido a los medicamentos que había tomado para erradicarlo, sus posibilidades de embarazar a una mujer eran nulas.
Eso lo devastó en su momento. Con el tiempo logró superarlo y olvidarse, pero ahora, la vida le ha vuelto a recordar que tan maldita puede llegar a ser cuando menos se lo espera.
Él no siente en