Eliam le comunicó a su familia que no llegaría a dormir esa noche porque ha cambiado de ciudad y que regresará hasta el día siguiente por la tarde. No quiere que nadie llegue a la clínica porque le estropearán los planes de reunirse con su amada.
―Listo, muchacho, ya te hemos colocado la lámina de platina y ahora deberás de tener mucho cuidado y reposo. ¿Hay algo en lo que yo te pueda ayudar, quizá comunicarme con tu familia? ―Quiso saber el cirujano.
―En realidad no necesito, eh bueno sí, necesito de su ayuda, doctor. Necesito que llame a la pediatra Anastasia y le haga saber que yo estoy aquí, ella es mi cuñada y necesito confesarle algo sobre mi hermano. ―Mintió.
―¡Vaya, qué sorpresa! Disculpe si lo he atendido mal, no sabía que la doctora es su cuñada. Ella es excelente en su área, aquí todos la amamos desde que llegó, y a nuestro doctorcito también lo amamos. ―Expresó con emoción el cirujano.
―¿Doctorcito? ―Preguntó Eliam, sintiéndose celoso porque piensa que se refiere a la pare