Anastasia se siente nerviosa, pero a la vez feliz. Eliam está frente a ella y es señal de que todo salió aquel día de la operación. No le va a preguntar nada, su orgullo no se lo permite y prefiere seguir con la duda sobre la cuestión de su salud desde entonces.
―No creas que te volverás a librar de mí, tengo muchas cosas que peguntarte y tú, mucho que explicarme y quieras o no, lo vas a tener que hacer— alegó. —Tarde o temprano tendrás que enfrentarte a mí y espero que tus excusas sean válidas porque, de lo contrario, te arrepentirás el resto de tu vida por haberte burlado de mí. ―Le amenaza el hombre.
Justo cuando Anastasia pretendía defenderse, apareció la que no debió hacerlo.
―Amor, ¿por qué tardas tanto? ¿acaso la bebé está gravemente mal de salud? ―Stephanie entró, interrumpiendo el alegato que los esposos se tenían.
―No, señora. A tu hija hace rato la despaché, es mi marido el que no quiere marcharse.
Respondió, dejándole claro su lugar.
―¡Tú! ¿Qué haces vestida de médico y a