Antes de que Ethan se convirtiera en el asesino de su propia madre, Esteban lo apartó de esta y solo así la pudo soltar. La señora cayó media desmayada en el sofá, tosía sin parar y su cuello estaba rojo.
—Déjame hacerlo, quiero que muera así como mató a mi hijo.
Gritaba Ethan.
—No. No permitiré que vayas a parar a la cárcel. Tu dolor será aún más fuerte y la conciencia no te dejará tranquilo.
Esteban tuvo que lanzarlo al suelo boca abajo y subirse en él para poder domarlo.
—Hijo, ¿qué pasa? ¿Por qué me tratas de esa manera?
Preguntó la señora Valentina.
Esteban la volteó a ver. Ella estaba llorando, parecía preocupada por ellos.
—Por favor, no peleen. Esteban, déjalo, quiero abrazarlos a los dos como cuando eran pequeños.
La señora Valentina mostraba un comportamiento extraño. Es como si en cuestión de segundos hubiera cambiado de una persona malvada a una buena.
—Mamá no está bien de la cabeza.
Susurró Esteban. Lo siguiente dejó desconcertado a ambos.
—Espera. Le diré a mi