Blake Townsend es un hombre poderoso y rico, pero despreciado por la alta sociedad por ser hijo ilegitimo y por su mala reputación por sus relaciones con el bajo mundo. Lo apodan "el Diablo" por ser despiadado no solo en los negocios sino también con sus enemigos. Madelaine Aston Green es una socialite mimada y soberbia, descendiente de una de las familias más importantes de la aristocracia del país. Famosa por ser la chica más hermosa y deseada de la alta sociedad neoyorquina, él se obsesiona con la joven. Pero, es constantemente despreciado y rechazado no sólo por su linaje sino también por su fama. El jura vengarse de cada desplante que ha recibido y la oportunidad le llega cuando la familia Aston cae en desgracia en medio de la gran depresión de 1929 y él se presenta como su salvador pero a cambio quiere una sola cosa: a Madelaine como esposa. Desde allí la lucha entre ellos será constante pues ninguno de los dos ha nacido para ser sometido o humillado. Una historia en donde la pasión, orgullo, venganza , poder y amor estarán en juego constantemente.
Leer másNueva York, 15 de agosto de 1929
Blake Townsend y su amigo Patrick Stanton habían sido invitados a una de las tantas fiestas en donde la elite millonaria de la ciudad se reunía, esta vez el anfitrión era Richard Parker, un magnate naviero. Y aunque Townsend no era un hombre muy apreciado en la alta sociedad neoyorquina, por ser hijo ilegítimo y por haber acrecentado su fortuna de manera dudosa, era menester para cualquier empresario invitarlo, ya que siempre era bueno tener el apoyo financiero de un hombre como él. El lujoso salón de la mansión de los Parker brillaba con candelabros de cristal y paredes decoradas con obras de arte. Una orquesta tocaba suavemente en una esquina, añadiendo un toque de elegancia a la velada. Del otro lado del salón, una hermosa joven de dieciocho años se movía como pez en el agua dentro de ese ámbito, sonriendo y coqueteando con cuanto joven se le acercaba, despertando los celos y la envidia de las miradas femeninas. Portadora de una belleza sin igual, Madelaine Aston Green, bromeaba con su gran amiga y confidente, Alice Parker. _ Maddie, contrólate _ le dijo sonriendo _ A tu madre le dará un síncope si sigues coqueteando con cada uno de los muchachos que se te acerca, eres una señorita de sociedad, debes comportarte. Ella apretó los labios y se encogió de hombros, en señal de que no le interesaba en absoluto lo que la amiga le estaba diciendo. _ Ay tú porque estás comprometida con el aburrido de mi hermano _ se burló la chica _ y como pronto te casarás, te comportas como una tonta pacata. Un apuesto joven se acercó a ella sonriendo. _ Maddie, me prometiste que bailarías conmigo y estoy esperando a que cumplas. _ Charles Erwin, eres un tonto impaciente, sabes bien que antes que termine la noche voy a cumplir _ dijo tocándole suavemente el mentón con su pulgar _ no dejes que las ansias te ganen. _ ¡Pero Maddie! _ replicó el joven. _ Pero nada Charles, es eso o me retracto _ le dijo yéndose sin mirarlo, luego nos vemos. El joven agachó la cabeza. _ Como quieras Maddie_ susurró triste. Algunas chicas de su edad la miraban murmurando. _ Ahí está esa m@ldita coqueta de Madelaine embobando a todos los hombres del lugar, como siempre _ dijo Rose Stanton _ ¡La odio! Varias presentes que la rodeaban asintieron. El movimiento masculino alrededor de Maddie llamó la atención de Blake, quien fijó sus hermosos ojos sobre ella. La joven tenía una figura esbelta y elegante, con una cintura fina y curvas sutiles, lo que contribuía a su apariencia sofisticada y femenina, Un rostro ovalado con rasgos finos y delicados. Su piel era tersa y blanca como la nieve, su cabello era negro, largo y ondulado que enmarcaba su rostro ovalado con rasgos finos y delicados. Pero lo que más le llamó la atención al hombre, eran esos enormes ojos verdes, los cuales brillaban llenos de picardía y vivacidad, bajo una mirada intensa y expresiva. _ ¿Quién es ella? _ le preguntó a su amigo señalando con su mirada a la joven _ es muy hermosa. Patrick sonrió de lado. _ Esa atractiva chica, es nada más ni nada menos que Madelaine Aston Green, hija del gran George Aston _suspiró el hombre _ fue presentada en sociedad hace unas semanas, es por así decirlo, la princesa mimada de su familia y de la alta sociedad. Blake se acarició la barbilla sin dejar de observarla. _ ¿Aston? ¿El de la industria automotriz? _ la miró con más atención. _ El mismo que viste y calza, así que, desde ya te digo que saques tus lujuriosos ojos de ahí, porque su padre y sobre todo su madre, jamás te permitirán acercarte a ella. Los Aston son prácticamente la realeza en este país, se habla de que seguramente la chiquilla se terminará casando con algunos de los Morgan o Vanderbilt. Blake se pasó sutilmente la lengua por los labios y sonrió de manera socarrona. _ Eso está por verse _ dijo ante la sorpresa de Patrick _ Princesa o no, te aseguro que puedo conquistarla o tenerla cuando yo quiera _ le dijo con firmeza _ Ya sabes que para mí no hay nada imposible. El otro hombre levantó las manos señalando que se daba por vencido. _ Esto no es un negocio Blake, pero allá tú si quieres chocarte con una pared. No tienes idea de lo soberbia y caprichosa que es esa chica _ suspiró _ mi prima y sus amigas la detestan. A Blake no le importaba, sabía cómo doblegar el orgullo de cualquiera ¿Cómo no lo iba a hacer con una chiquilla que apenas empezaba a vivir? Como si la intensa mirada del hombre la penetrara, Maddie se dio vuelta para encontrarse con esos ojos color miel que la miraban de manera lasciva. Ella se giró al instante tratando de perderse entre la gente, pero parecía imposible escaparse de esa penetrante mirada que la incomodaba. _ ¿Sabes quién es ese hombre que me está mirando como si me desnudara? _ espetó Madelaine sin reparo a Alice _ Nunca lo había visto por aquí. _ Pequeña, ese hombre es Blake Townsend uno de los hombres más ricos del país. Su reputación es bastante cuestionable por no decir de lo peor, lo llaman “el Diablo”, tiene mucho dinero. Dicen que es un gran sinvergüenza y, sobre todo, un mujeriego empedernido _ dijo Alice sonriendo _ Y por cómo te mira, parece que le has gustado y mucho, así que mantente alejada de él, no es bueno caer en sus redes, puede romper tu reputación en segundos. Maddie se encogió de hombros. _ Oh por favor, que mire cuanto quiera _Se tiró su melena hacia atrás _ es muy viejo para mí _ dijo con su habitual tono despectivo y arrogante. _ Ni tan viejo, no debe llegar a los treinta años. Pero claro, tú solo tienes ojos para ese tonto de David Hamilton, que te sigue tratando como a una niña _ sonrió su amiga _ ¡o no se anima a decirte algo por temor a ser rechazado! Maddie se encogió de hombros y siguió caminando, hasta que perdió de vista a Alice que se había quedado junto a su prometido, por un momento meditó en las palabras de su amiga. “¡¿Y si David no se me declara nunca?!” pensó decepcionada cruzándose de brazos “Tengo que pensar en cómo hacer para obligarlo a que lo haga” _ Quisiera saber porque una chica tan hermosa y distinguida, está tan sola y pensativa _ escuchó que le decía una voz grave y masculina _ ¿Acaso no hay un solo caballero que le interese? Ella miró de soslayo hacia su costado, era él. El mismísimo diablo en persona, Blake Townsend. _ Disculpe, ¿Lo conozco? _ le dijo ella arqueando una ceja _ no creo que deba responderle a alguien tan impertinente como usted _ dio la vuelta para irse, pero él la tomó del brazo. _ No me gusta que me falten el respeto, y mucho menos una niña caprichosa _ le dijo clavándole una mirada fría y peligrosa _ no me importa quien sea. Ella sintió que un frío le recorría la espalda, reunió valor soltándose de él. _ Lo siento señor, no me interesa respetar a alguien que tiene una reputación de lo peor _ dijo con desdén, elevando su barbilla mostrándose superior a él _ buenas noches. Blake apretó la mandíbula, lleno de furia y resentimiento mientras veía como Maddie le tomaba el brazo a Charles Erwin para bailar. Su orgullo de macho alfa había sido herido y eso no iba a quedar así. _ M@ldita mocosa del demonio _ musitó él con furia. Y la noche recién comenzaba.Londres, primavera de 1950Dieciocho años habían pasado desde aquel día en que la vida les cambió para siempre. Chelsea seguía igual de encantadora, con sus jardines en flor y las fachadas elegantes acariciadas por el sol tímido de abril. Pero en el interior de la casa de los Townsend, el tiempo había hecho su trabajo: los niños eran ahora adultos, y la vida los empujaba con fuerza hacia sus propios destinos.Blake Jr. tenía dieciocho años recién cumplidos y un futuro prometedor esperándolo al otro lado del Atlántico. Harvard lo había aceptado sin reservas: primero en su clase, impecable en modales, feroz en los negocios. Heredero por linaje, por sangre y por voluntad. Su padre no podía estar más orgulloso. Nieto de un Aston, hijo de un Townsend. Lo tenía todo.Pero Arianna… Arianna era otra historia.Había heredado la belleza de su madre y la misma inteligencia de su hermano, pero con una dosis inquietante de intuición. Observadora, serena, siempre con una pregunta más de las necesa
Londres, 6 de marzo de 1932Habían pasado dos años desde aquella noche que cambió sus vidas para siempre. Dos años desde que el miedo, la sangre y las decisiones irrevocables los obligaron a mirar el mundo con otros ojos. Maddie y Blake Townsend habían dejado atrás Nueva York, los nombres, los ecos del apellido, y se habían instalado en una elegante pero discreta residencia en el corazón de Chelsea. Londres les ofrecía lo que más necesitaban: anonimato y paz.Atrás había quedado todo: los conflictos, malentendidos, celos y personas que ya no podían hacerle daño. La primavera había comenzado a teñir las calles de verde fresco y flores vibrantes. Los jardines olían a renacer, y aunque el cielo aún se resistía a brillar del todo, los días se estiraban como una promesa de algo mejor.Pero dentro de la lujosa residencia, el clima era de tensión y nerviosismo. Blake caminaba de un lado hacia el otro del pasillo que precedía a la habitación matrimonial.— Ya, amigo —le dijo Patrick sonrien
Días después...Patrick esperaba en el muelle, con las manos cerradas en puños dentro del abrigo y el corazón latiéndole como si estuviera por estallar. Hacía frío, pero no lo sentía. Solo tenía ojos para el majestuoso Mauritania, que comenzaba a amarrar con lentitud, y cada rostro que descendía por la pasarela era una posibilidad.Pero entonces la vio.Esa cabellera larga y rojiza que parecía incendiarse con la luz del sol y se movía con la brisa marina como una llamarada viva. Era ella. No necesitaba verla de cerca para saberlo. Su cuerpo entero lo supo antes que su mente pudiera reaccionar.Grace estaba de regreso. Y todo en él se tensó, entre la ansiedad, el amor y ese miedo absurdo de que pasara de largo, de que ya no fuera suya, aun cuando ella le había confesado que lo amaba.Pero así es el amor ¿No? Nos quita la lucidez mental y la coherencia.Ella levantó la mirada. Y en el instante en que sus ojos se encontraron, el mundo entero pareció detenerse.Patrick no permitió que los
El galpón se alzaba sombrío entre los árboles, con la madera hinchada por la humedad y una única ventana cubierta con una lona raída. Apenas se mantenía en pie, pero desde su interior se filtraba una luz temblorosa, como de una lámpara de querosén o una vela.Carlo levantó el puño y sus hombres se detuvieron a unos metros de la entrada. Algo se movía adentro. Algo más que simple actividad… era violencia contenida.Marco avanzó con cautela por el costado y asintió. —Hay alguien. O más de uno.Freddo ya tenía su arma en mano, con el dedo firme sobre el gatillo. Maddie intentó adelantarse, pero Carlo la sujetó por el brazo.—Esperá la señal.—No —dijo ella, casi con rabia—. Es Blake.Antes de que pudiera detenerla, Maddie corrió hacia la puerta. Esta no estaba cerrada con llave. La empujó de un golpe, haciendo crujir las bisagras.El interior era oscuro y opresivo, con olor a encierro y a sangre vieja. En el rincón, sobre una manta sucia, estaba Blake. Sus muñecas estaban atadas, el ros
El ruido de las ramas secas bajo sus botas parecía atronador en medio del silencio espeso del bosque. El aire estaba cargado de humedad, y apenas se distinguían las siluetas entre los árboles, recortadas por la escasa luz de la luna filtrándose entre las copas.Carlo alzó una mano. Todos se detuvieron.Freddo, que abría camino unos pasos por delante, hizo una seña con los dedos: uno… dos hombres apostados junto a un claro. Apenas visibles, pero ahí estaban, con rifles al hombro, fumando despreocupadamente.— Recuerden muchachos...silenciosos —susurró Carlo, sin necesidad de alzar la voz. Los suyos sabían perfectamente qué quería decir con eso.Marco y otro de los hombres más cercanos se movieron como sombras. Avanzaron entre la maleza con una precisión escalofriante. Uno de los guardias apenas tuvo tiempo de girar la cabeza antes de que un cuchillo le cortara el aliento. El otro se redujo con igual rapidez, su cuerpo cayó al suelo sin un solo grito.Un silencio aún más profundo les en
El gran salón de la mansión de los Aston, de repente, se había transformado en un cuartel general de los mafiosos más implacables de Nueva York. Los hombres de confianza de Don Carlo iban llegando, cargando armas, chequeando mapas, hablando en voz baja con rostros graves. La tensión se respiraba como un perfume denso e inevitable. Nadie se reía. Nadie relajaba los hombros.En el centro de todo, Carlo Vitale permanecía de pie junto a la gran mesa de roble, señalando rutas sobre un plano rural extendido. A su lado, su consigliere y su jefe de seguridad, Marco, lo escuchaban con atención férrea.Tenían que ser exactos y fríos para llevar a cabo el ataque. De eso dependía el sacar con vida a Blake de ahí. Así que, tuvo que armarse de paciencia y escuchar el relato y las indicaciones de un aterrado Milton quien, con voz temblorosa trataba de ser lo más preciso posible.—Entraremos por el norte —indicó el Don, marcando con el dedo una curva del camino forestal—. Esta ruta secundaria nos da
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