Capítulo 95. El encuentro.

Izan

El Porsche rugía como una bestia herida bajo mis manos. La carretera serpenteaba entre los bosques de Nueva York, la noche cerrada como un puño alrededor del auto.

Edoardo no respondía.

La quinta llamada. La sexta. La séptima.

Nada.

—¡Maldito bastardo! —Golpeé el volante con tanta fuerza que el cuero crujió—. Si le hiciste algo, te arranco el corazón con mis propias manos.

El rugido del motor llenaba el silencio, y aun así, dentro de mí, todo era un grito constante.

Mi madre y mi tía me lo habían exigido. “Ve a la finca. Averigua si ya está de vuelta. Haz algo.” Y aquí estaba. Conduciendo como un maldito poseso por la carretera mojada, con los nudillos blancos sobre el volante y la garganta seca de impotencia.

Otro intento de llamada al número de Edoardo, con el mismo resultado.

El malnacido no contestaba. El timbre repicaba al otro lado, como una burla.

—¡Contesta, hijo de puta! —gruñí, golpeando el volante con el puño cerrado.

Mi mandíbula crujía de tanta presión. La ve
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