Capítulo 100. Muñeca rota.

Trina

Desperté con el sabor metálico de la sangre en la boca.

Mis muñecas ardían por las cuerdas que las sujetaban. Me habían colgado de los brazos, dejando que la gravedad hiciera su trabajo, estirando mis articulaciones hasta que crujieron como ramas secas. Cada latido del corazón era un zarpazo. Cada segundo, una sentencia.

La habitación estaba sumida en una penumbra sucia. Olía a sudor rancio, humedad, y el eco lejano de los gritos de otros que no habían tenido mi suerte. O mi fuerza.

—Mírala… aún tiene fuerzas para alzar la cabeza —murmuró uno de los irlandeses con acento cargado de desprecio.

Me obligué a sonreír. No con los labios. Con los ojos.

—¿Es que ya empezaron? Pensé que esto era un interrogatorio, no un maldito spa —siseé con burla.

La bofetada llegó tan rápido que mi mejilla entera se entumeció. El dolor fue eléctrico, subiendo por mi mandíbula como una marea de fuego.

—Vas a aprender a respetar —gruñó el que me golpeó.

Seamus no estaba allí. Él mandaba a sus sabuesos
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