El Talismán comenzó a brillar, más y más brillante, y Elyra sintió el tirón en su centro. No tenía magia para luchar. No tenía armas. No tenía nada excepto voluntad pura.
Pero maldita sea, tenía mucha de eso.
Presionó sus manos contra el cristal, buscando alguna grieta, alguna debilidad. Sus dedos encontraron algo—un borde, apenas perceptible. Empujó, ignorando cómo sus uñas rotas sangraban, ignorando el dolor.
El cristal no cedió.
—Inútil —dijo Netharan—. Ese cristal fue forjado con mi propia esencia. Es irrompible.
—Todo es rompible. —Elyra siguió empujando—. Solo necesitas encontrar el punto correcto de presión.
Y entonces lo sintió. La más pequeña de las vibraciones bajo sus dedos. No una grieta, sino... algo más. Como si el cristal estuviera respondiendo a ella.
Por supuesto.
El cristal estaba hecho de la esencia de Netharan. Y el Talismán la estaba convirtiendo en su recipiente. Lo que significaba que en algún nivel, ella y el cristal eran la misma cosa.
Cerró los ojos, empujando