La lluvia caía en un incesante murmullo contra los adoquines, envolviendo a Aerisport en una bruma gris que parecía querer borrar las formas del mundo. El sonido del agua deslizándose por los techos de tejas y el aroma a tierra mojada traían consigo un eco del pasado, un recuerdo que Kael había intentado enterrar durante años.
Pero algunos recuerdos eran como heridas mal cerradas: se reabrían en el momento menos esperado.
El eco de un grito. Un rostro pálido en la penumbra. La sensación de una mano deslizándose de la suya.
Kael se detuvo en un callejón oscuro, cerrando los ojos un instante, permitiendo que la lluvia se deslizara por su rostro. Por un momento, no estaba en Aerisport, sino en otra no