Cap. 130. Castigo divino.
Narrador omnisciente.
En la madrugada.
Helena estaba tendida sobre la camilla, inmóvil, sintiendo el sudor frío resbalar por su nuca. Había esperado muchas cosas de la vida, pero no esto. No esa espera tensa, mientras el doctor hojeaba los resultados con la cara que uno no quiere ver nunca en un médico.
A su lado, su padre no se movía y sus ojos, duros como el acero, se clavaban en el médico con una impaciencia feroz.
—Señora Kouros… —comenzó a decir el doctor—. Lamento informarle que su columna vertebral está fracturada en dos niveles críticos. Uno a la altura torácica y otro más abajo, en la zona lumbar.
Helena parpadeó. Por un momento no entendió.
—¿Y eso… qué significa exactamente? —interrumpió su padre, con voz seca.
—Significa que Helena no podrá caminar. Y si quiere recuperar algo de movilidad, tendrá que someterse a varias cirugías complejas. Múltiples procedimientos, con largos periodos de recuperación y rehabilitación entre cada uno. No será un proceso corto.
Helena tragó