Cap. 128. Costumbre o amor.
Narrador omnisciente:
La mandíbula de Alexandros se tensó.
—Cuando se te pase la borrachera, vas a arrepentirte. Y no quiero que luego me culpes por esto —le advirtió con voz baja, ronca y contenida.
—¿Arrepentirme? —rió Maite con amargura—. Me di cuenta de que arrepentirse es como dejar de vivir… y yo ya no quiero arrepentirme más. ¡Te quiero ahora!
Con torpeza, lo empujó hasta que cayó sobre el sofá, y se montó sobre él, aferrándose con fuerza a su cuello.
—Te odio… odio amarte tanto. Odio que me sigas gustando después de todo, odio que mi cuerpo se descontrole cada vez que te tengo cerca. Odio mojar por ti, maldito —susurró con la voz cargada de rabia y deseo, mientras sus labios volvían a recorrerle la piel.
Alexandros aferró sus manos a la cintura de Maite, apretándola fuerte contra su erección palpitante.
«¡Dios!», gruñó en su interior. Que ella le dijera aquellas cosas lo excitaban bastante.
Sus labios apenas contenían una sonrisa.
—También te amo… pero no odio todo lo que me