Cap. 113. Amante, pero con condiciones.
Narrador omnisciente.
Unos minutos más tarde, Alexandros golpeó la puerta de la habitación con los nudillos.
—Maite, abre la puerta, necesito ducharme
—¡Ve a otra habitación! —gruñó Maite desde adentro, envuelta en las sábanas.
Pero luego recordó que Ariadna le había contado que ese loft era el espacio sagrado de Alexandros. Que nadie había dormido allí jamás. Que era como su santuario privado donde no permitía a nadie entrar y, que el solo hecho de ella estar allí… era más de lo que Helena jamás había tenido. Y quizás por eso estaba furiosa.
Maite abrió la puerta lentamente.
Él la miró con el cabello húmedo, desordenado, y se relamió los labios otra vez, como si fuera un reflejo inconsciente.
Entró sin decir palabra. Fue directo al baño.
Cuando salió, Maite fingía dormir. Él se sentó en el borde de la cama, le acomodó la sábana con ternura y rozó su mejilla con un beso casi imperceptible, peligrosamente cerca de su boca.
—Sé que estás despierta —susurró, con voz baja, e íntima.