Narrador omnisciente:

Alexandros empujó su silla con violencia, haciéndola chirriar contra el mármol, y corrió hacia los niños, que se retorcían entre gemidos, encogidos como si algo dentro de ellos se estuviera rompiendo.

—¡Llama a un médico! ¡Ahora mismo! —gritó Celine, dejando caer la servilleta al suelo mientras se lanzaba hacia Gianna.

Maite, con el corazón a punto de salírsele del pecho, se arrodilló junto a los pequeños, revisándolos a toda prisa.

Al verlos apretar sus barriguitas con desesperación, su mente retrocedió a aquella vez que Helena apareció en sus vidas, causando una angustia tan feroz en los niños que terminaron con un ataque de ansiedad.

—Shhh, mi amor, tranquilo… —murmuró Maite, acariciando el cabello sudado de Gael—. Mamá no va a discutir más, y papá tampoco… todo está bien, ¿sí?

Pero los pequeños no paraban de quejarse con más fuerza, doblándose en dos, sus rostros encendidos por la fiebre y el dolor.

Helena se levantó de su silla con torpeza, sin la eleganc