El miércoles en la Clínica Mendoza amaneció cargado con el residuo de la tensión de días anteriores. Para Valeria, los últimos dos días habían sido un torbellino de guardias agotadoras en Emergencias y una sospecha que crecía en su interior. Ese día, no pudo esperar más. En un raro momento de calma, se encerró en el baño de su consultorio. Las manos le temblaban al desenvolver la prueba de embarazo. El resultado apareció con una crudeza inexorable: dos líneas rosadas. Una oleada de pánico y alegría por partes iguales la dejó sin aliento. La emoción fue inmediatamente sofocada por la realidad: su residencia pendía de un hilo con Montes acechando, su relación con Marco era aún discreta y la sombra siniestra de Fernando lo empañaba todo. ¿Y si él no lo recibía bien? El miedo a su reacción comenzó a anidar en ella, un peso frío y solitario.
La respuesta llegó antes de lo esperado. Marco irrumpió en su consultorio, su rostro marcado por la preocupación del mensaje recibido por Antonio.
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