Las últimas semanas han sido una montaña rusa de emociones que no logro entender del todo. Enrico me consume de una manera que me hace sentir más viva que nunca, pero al mismo tiempo, me quema por dentro. Algo en su presencia me hace sentir atrapada, como si estuviera en una jaula de oro, pero la puerta nunca se cierra completamente. Me mantiene cerca, pero lo suficiente para no poder alcanzarlo del todo.
Hoy, como casi todos los días, me encuentro observando a Enrico desde el otro lado de la sala. Está de pie cerca de la ventana, sus hombros tensos, la mirada fija en algo que solo él puede ver. Me pregunto si alguna vez me verá con los mismos ojos con los que me mira cuando nuestros cuerpos se acercan, cuando sus manos tocan las mías con esa chispa que solo él puede despertar en mí.