Capítulo cuarenta y nueve. Quiero que se sepa la verdad.
La víspera del juicio, el aire en Manhattan parecía más denso. Había algo en el cielo nublado que presagiaba tormenta, y no era solo el clima. Era como si la ciudad contuviera el aliento antes del impacto.
Kyan llegó a la sede de su firma temprano. No había dormido más de tres horas. El eco de los recuerdos, las palabras de Nicole, y la imagen del nombre de Theo escrito con su puño y letra lo mantenían despierto, vibrando con una mezcla de ansiedad y propósito.
Daniel lo esperaba en la sala de juntas. Paredes de vidrio, café amargo sobre la mesa, y una montaña de carpetas.
—No va a ser nada fácil —empezó su abogado—. Tu madre Eleanor tiene tres testigos: dos antiguos empleados y una mujer que fue asistente del doctor que ella inventó. Todos fueron preparados para sostener la narrativa del “desequilibrio emocional”. Quieren construir una versión en la que ella fue también una víctima. Una madre demasiado confundida y muy ompa