Capítulo cuarenta y uno. Los secretos de la familia Byron.
El amanecer llegó sin pedir permiso.
Nicole no había dormido. El reloj marcaba las seis y doce de la madrugada cuando se sentó frente a la mesa del comedor con una taza de café temblándole entre los dedos. El penthouse estaba en calma, con Millie aún dormida en su habitación y Kyan, que se había despertado una hora antes, encerrado en su oficina, hablando con su abogado. El sobre con las pruebas descansaba sobre el mármol, bajo un pesado pisapapeles de cristal que parecía simbólicamente inútil. Nada podía aplastar lo que estaba a punto de desatarse.
El celular vibró. Un mensaje de Daniel.
“Prepárate. Hoy a las diez de la mañana se publica el reportaje. No va a haber marcha atrás.”
Nicole tragó saliva. No contestó. Cerró los ojos por un momento, como si pudiera preparar su cuerpo para el temblor que vendría.
Kyan apareció minutos después, aún con la corbata desajustada y el ceño fruncido.
—¿No has dormido nada? —preguntó con vo