Capítulo treinta y siete. Noticias de última hora.
Cuando Millie se quedó dormida Kyan fuena acostarla mientras Nicole iba a la cocina. Cuando él regresó Nicole puso agua a hervir para el té mientras Kyan observaba los dibujos de Millie pegados en la nevera. Colores torpes, trazos imperfectos, pero un patrón se repetía: mamá, papá y ella. Juntos.
—Creo que Millie ya lo sabía desde que me vio por primera vez —dijo Kyan, sin girarse.
—¿El qué?
—Que yo era su padre. Lo sentía. Se lo veía en los ojos.
Nicole se apoyó contra la encimera, con el vapor del agua envolviéndola.
—Nunca fue una decisión fácil. Pensé que al protegerla del peso de tu apellido, la liberaría. Pero solo la aislé.
Kyan se acercó a ella. Sus manos rodearon su cintura con suavidad, como si el contacto aún le costara creerse.
—La protegiste. A tu manera. Como mejor pudiste. Y yo no estaba ahí para ayudarte.
Ella alzó el rostro.
—Ahora estás. Pero la guerra no ha terminado.
—Lo sé.
—Entonces dime… ¿qué encontraste?
Kyan