Capítulo treinta y cinco. No tenemos que escondernos más.
El coche negro se detuvo frente al colegio, y apenas Kyan bajó del vehículo, una nube de flashes lo envolvió. Nicole salió justo detrás de él, con Millie de la mano. La pequeña llevaba su mochila rosa y una chaqueta azul que parecía demasiado grande para su cuerpecito. Sus ojos, grandes y brillantes, buscaron la entrada como si eso fuera un refugio seguro, ignorando instintivamente las cámaras, aunque su manita temblaba al aferrarse a la de su madre.
—¿Es él? ¿Ese es el C.E.O de Byron Corp?
—Dicen que escondieron a la niña por años…
—¡Nicole! ¿Millie es suya? ¿Qué tienen que decirle al público?
Los gritos eran como cuchillos en el aire. Kyan se colocó delante de Nicole y Millie, protegiéndolas con el cuerpo, y su equipo de seguridad los rodeó, abriéndose paso con decisión hacia la entrada principal. La directora del colegio los esperaba junto a una profesora, con una sonrisa tensa y visiblemente nerviosa.
—Señor Byron, señora