Capítulo treinta y tres. Haré lo que sea necesario.
Kyan caminaba de un lado a otro del estudio como un animal enjaulado. La alfombra de lana, importada y perfecta, comenzaba a mostrar una leve marca en la ruta que sus pasos repetían sin cesar. Tenía el móvil en una mano y su tablet en la otra. La voz del abogado principal resonaba por el altavoz, pero Nicole apenas entendía una palabra desde el otro extremo del salón.
—Quiero un comunicado antes del mediodía —ordenó Kyan, sin levantar la voz pero con ese tono que no admitía discusión—. Quiero también una demanda redactada contra al menos tres medios. Que entiendan que no estamos dispuestos a tolerar difamaciones. Si siguen insistiendo en que Nicole ocultó a mi hija para manipularme, los haremos pagar.
Nicole lo observó desde el sofá, Millie dormida a su lado tras haber llorado más de lo que una niña de cinco años debería llorar en un solo día. Había tenido miedo de salir al pasillo cuando escuchó gritos en la entrada del edificio. Un