Capítulo veintitrés. La batalla apenas comienza.
La última luz del día se filtraba por el ventanal del apartamento cuando Kyan hizo el gesto. Era hora.
—Nicole, toma a Millie —dijo con voz firme—. Tienen quince minutos para empacar lo esencial.
Ella asintió con un nudo en la garganta. Bajo la tenue luz, vio las maletas abiertas en el suelo de la habitación de Millie y sus juguetes desperdigados. La pequeña, con ojos somnolientos, se aferró a su osito de peluche y miró a ambos:
—¿Nos vamos de verdad?
—Sí, princesa —respondió Kyan arrodillándose—. Un viaje cortito para que estemos seguros.
Nicole acarició la mejilla de Millie y la alzó en brazos, envolviéndola en un abrazo. En ese instante, las dos mujeres fueron el mundo de Kyan. Él cerró su maleta con determinación y, con un último vistazo al apartamento, activó la alarma interna.
El coche de seguridad salió del garaje sin atraer atención. Tres vehículos adicionales los escoltaban: atrás, el coche de Claire, y más lejos,