Capítulo sesenta y nueve 69

Apolo permaneció inmóvil frente a la cafetería, observando a través del cristal cómo Lucía atendía a los clientes con amabilidad y seriedad. Su pecho se elevó con varias respiraciones profundas, cada una cargada de emoción. Reunió valor y empujó la puerta. Entró con pasos firmes y caminó hacia una mesa vacía junto a la ventana. Una sonrisa rebelde se dibujó en sus labios al confirmar que, después de tanto tiempo, por fin la había encontrado. Sus ojos inquietos la buscaron, la vio más hermosa de como la recordaba.

Lucía escribía distraída en su pequeña libreta cuando escuchó:

—¿Viste al hombre que acaba de entrar? —preguntó una chica recostada en el mostrador—. No deja de mirar para acá.

Lucía alzó la vista y allí lo vio, se quedó paralizada, observando su cabello rubio como siempre rebelde que brillaba bajo la luz que entraba por la ventana. Llevaba una camisa azul y un jean, algo inusual en él; estaba acostumbrada a verlo sudando en ropa de entrenamiento. Aunque vestía de forma casua
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