Capítulo 121.
POV. Narrador
El sol se hundía en el horizonte cuando Mila y Nicolás regresaron del cementerio, el viento llevándose las últimas cenizas de Lola como un susurro final de un capítulo cerrado. La tumba simbólica de Clara, ahora acompañada por las de su hija perdida, era un recordatorio silencioso de la sangre derramada, pero también de la paz que empezaba a asentarse. Víctor había insistido en quedarse atrás, dando espacio a la pareja, sus ojos grises llenos de una tristeza que solo un padre podía entender. "Necesitan esto", había dicho, su voz ronca por el peso del día. Mila, con el brazo entrelazado en el de Nicolás, sentía el cansancio en los huesos, pero también una liberación que no había conocido en meses. Lola, la gemela rota, ya no era una sombra viva; sus traiciones, sus odios, se disipaban como humo.
La casa estaba en silencio cuando entraron, los gemelos dormidos en su habitación bajo la vigilancia de una niñera de confianza. Sofía y Mateo, con sus caritas inocentes, eran el