POV: Víctor.

La mansión estaba sumida en un silencio que pesaba como plomo, roto solo por el crepitar del fuego en la chimenea del estudio. Víctor Salazar, sentado tras su escritorio de roble, sostenía un informe que Raúl, su hombre de confianza, le había entregado esa tarde. Las páginas, impresas con tinta fresca, contenían la vida de una desconocida que, sin embargo, le resultaba dolorosamente familiar: Mila Fernández. Cada línea que leía era como un martillo golpeando su pecho, desenterrando recuerdos que había intentado enterrar durante más de dos décadas.

El informe era detallado, fruto de los contactos de Raúl en registros públicos y bases de datos menos legales. Mila Fernández, de 27 años, casada con un tal Nicolás Ramírez, un hombre con un historial turbio ligado a investigaciones criminales. Tenían una hija, Sofía, de apenas un año, según un certificado de nacimiento. Pero no había denuncias por la desaparición de Mila, ni en los medios ni en registros policiales. Eso era lo