Narrador.
Las coordenadas del lugar del accidente donde Javier murió y Mila se perdió apuntaban a una región boscosa, un lugar donde las carreteras se perdían entre pinos y niebla. Camil, sentada en una camioneta improvisada como centro de operaciones, manipulaba su laptop con dedos rápidos, hackeando cámaras de tráfico y seguridad. La pantalla mostraba imágenes granuladas: un coche volcado, llamas, y luego, un todoterreno negro deteniéndose. Un hombre, alto y de figura imponente, sacaba a una mujer inconsciente del suelo. Mila. Nicolás, inclinado sobre el hombro de Camil, apretó los puños hasta que los nudillos se blanquearon.
—Es Mila —dijo Camil, ampliando la imagen. La matrícula del auto era visible, y en minutos, su software la rastreó hasta una mansión aislada en las afueras del pueblo. —Propiedad registrada a nombre de Víctor Salazar, sin antecedentes recientes. Pero hay algo raro. Su nombre aparece en archivos viejos, ligados a una investigación sobre desapariciones en los 90.