POV: Mila.

La mansión de Víctor se sentía cada vez más como una jaula de lujo, con sus pasillos silenciosos y sus puertas que crujían con secretos. Había pasado una semana desde que desperté aquí, rescatada de una carretera donde, según él, me encontró medio muerta. Mi mente seguía rota, un mosaico de flashes que no encajaban: disparos, un bosque, una voz masculina gritando "¡Mila!". Pero ahora tenía algo tangible: la foto de Clara, una mujer cuyo rostro era un eco del mío, escondida bajo mi almohada como un talismán. No se lo había dicho a Víctor, pero su mención de ella, de su pérdida, había encendido una chispa. ¿Quién era Clara para mí? ¿Por qué su imagen me dolía tanto?

Víctor empezaba a confiar en mí, o eso quería hacerme creer. Me dejaba moverme por la casa, siempre con un ojo vigilante. Yo seguía fingiendo: amnesia total, respuestas vagas, ojos húmedos para vender la fragilidad. Pero cada día, los flashes se volvían más nítidos, y con ellos, una urgencia que me quemaba por den