Mundo ficciónIniciar sesiónJulian no quería precipitar nada. Sabía que un paso en falso podía mandar todo al abismo otra vez, y aún así, algo en él había cambiado desde aquella consulta: ya no tenía miedo de avanzar, solo miedo de decepcionar. Y por primera vez en mucho tiempo, ese miedo lo hacía actuar con más cuidado que nunca.
Kira había abierto la puerta más pequeña posible —permitirle pasar tiempo con los niños—, y Julian estaba decidido a honrar ese gesto como si fuera oro.
Por eso, al día siguiente, antes de que el sol terminara de subir entre los edificios altos de Nueva York, Julian preparó dos termos de té, uno exactamente como a Kira le gustaba y otro de camomila suave para Luka, que todavía tenía la garganta irritada.







