Julian llevó a Kira hasta la puerta del departamento. La noche había caído sobre la ciudad, pero entre ellos flotaba una energía que lo iluminaba todo. Ninguno hablaba. Ninguno quería romper el silencio cómodo que se había instalado entre ellos desde la mañana. Julian sostenía una pequeña bolsa con la ropa que Kira había usado durante el día, y ella caminaba a su lado, con pasos suaves, sintiendo cómo el corazón le golpeaba el pecho con cada paso más cerca de casa… y de la despedida.
Kira sacó las llaves, pero no abrió. Miró a Julian, que se mantenía a un paso de distancia, sus ojos fijos en ella, como si temiera que aquel momento se deshiciera si hablaba.
—Gracias por todo —susurró Kira.
Julian dio un paso más cerca. El corazón le latía con fuerza, una mezcla de nerviosismo, anhelo y miedo.
—¿Puedo...? —empezó a decir, sin saber si debía o no terminar la frase.
Kira lo miró, y por primera vez en años, sintió el impulso de besar a alguien. No por necesidad, no por costumbre, sino porq