Mundo ficciónIniciar sesiónLa mañana comenzó con una calma que no era calma, sino preludio.
En el penthouse de Marcus, la luz gris de Nueva York se filtraba entre los ventanales como una promesa tibia que nunca terminaba de cumplirse.
Melissa dormía, con los puños cerrados y el ceño fruncido, como si soñara en defensa propia.
Marcus, frente a la pantalla del portátil, observaba una fila de números que no encajaban.
Las cuentas de Blackthorne Holdings llevaban días moviéndose con una precisión demasiado limpia para ser natural.
Cifras que salían y regresaban a cuentas puente, gastos que se disolvían en consultoras inexistentes, firmas automatizadas con su propio apellido.







