La casa estaba en silencio, salvo por el murmullo de Kira acomodándose en el sofá, tratando de mantener la calma. Julian había esperado a que ella se relajara lo suficiente, que cerrara los ojos un instante, antes de apartarse hacia el estudio. Cerró la puerta detrás de él y marcó el número que conocía de memoria: el de Karim.
El tono apenas sonó dos veces antes de que la voz grave y directa contestara.
—Julian.
—Necesitamos hablar. Ahora. —Julian no perdió tiempo en cortesías.
Hubo una pausa breve.
—Imagino que tiene que ver con Marcus.
—Hoy estuvo en el jardín. A menos de cinco metros de Kira. —Julian apretó el puño sobre el escritorio, los nudillos blancos—. La miró, le habló. Si no fuera por tus hombres, habría cruzado.
Karim respiró hondo al otro lado de la línea.
—Mis hombres cumplieron su trabajo.
—No es suficiente. —Julian golpeó la mesa, el ruido resonando en la sala—. No quiero que solo lo vigilen, quiero que lo neutralicen. Ya.
Un silencio pesado se extendió, hasta que Kari