Mundo ficciónIniciar sesiónLa noche todavía tenía un resto de luz cuando Marcus colgó y volvió a mirar la línea donde había escrito NO CONTESTAR A RICHARD. La frase en la libreta no era un gesto simbólico: era una orden. No permitió que el miedo lo paralizara; convirtió la rabia en un plan y el juramento en listas.
Primero llamó a quien siempre había sido su sombra metodológica antes de pasar a ser su contrapeso moral: Hernán, el viejo jefe de seguridad del grupo, hombre de manos grandes, con el criterio de quien ha visto demasiado y se acostumbró a anticipar lo peor.
—Hernán —dijo Marcus, sin rodeos—. ¿Puedes venir ahora?







