BIANCA
El amanecer se filtraba por las cortinas de seda cuando Bianca abrió los ojos. Últimamente dormía poco, y cuando lo hacía, sus sueños estaban plagados de imágenes confusas donde Luca aparecía una y otra vez. A veces como protector, otras como amenaza. La línea entre ambos roles se difuminaba cada día más.
Se incorporó en la cama y observó su habitación. Todo parecía en orden, pero algo había cambiado. Quizás era ella misma. Desde que había asumido el control de la familia Moretti, había aprendido a detectar las sutilezas, los pequeños cambios en el ambiente que podían significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Cuando salió de la ducha, notó que su ropa ya estaba preparada sobre la cama. No recordaba haberla dejado así.
—Buenos días, Bianca —la voz de Luca resonó desde el umbral de la puerta. No había llamado. Simplemente estaba allí, como una sombra constante.
—¿Ahora también eliges mi ropa? —preguntó ella, ajustándose la bata con más fuerza de la necesaria.
Luca sonri