Mientras la camioneta avanza por el camino, en su interior, Piera, de veintidós años, elegante, pero con la mirada tensa, abraza con fuerza a su bebé dormida en su silla y trata de no pensar en Benedetto y en todo lo que ha cambiado en el último año, después de la muerte de su padre.
Dos escoltas con traje oscuro están en el asiento delantero. Aunque Benedetto insistió, Piera no quiso viajar en un convoy con una cantidad inhumana de escoltas y logró convencer a su esposo de que solo necesitaba dos personas en el auto que la trasladaba.
Han avanzado algunos kilómetros hacia Mazara del Vallo y pronto llegarán a una zona con algunas curvas, cerca de la cala degli Spiriti, un acantilado con acceso al mar, que la familia Lo Sparto utiliza para sus desembarcos nocturnos ilegales. Y un lugar que el padre de Benedetto apreciaba, sobre todo cuando debía ejecutar a alguien.<