Observa a Rocco y, con solo ver su mirada, sabe que es mejor que continúe en silencio hasta llegar a donde sea que la lleve.
Entran a la casa de la piscina y, casi al final de esta, Rocco empuja una pared, que ella jamás hubiese sospechado que era una puerta, y baja unas escaleras que los conducen a una especie de sótano, grande, frío y mal iluminado.
Matteo se encuentra sentado sobre una silla y Salvatore tiene al lado a Giovanni, quien parece haber envejecido diez años en algunos minutos. Rocco suelta su mano en el momento en el que tiene a Matteo frente a él.
— Los escucho — susurra, pero en esa corta frase pareciera que está a punto de acabar con el mundo entero, utilizando sus propias manos.
— Giovanni es mi padre, yo no lo sabía y…
— Me dijiste que tu padre viajaba mucho, que lo veías poco. — Matteo se ríe y se vuelve a mirar a Rocco.
— Te vino con la historia de la pobre niña abandonada, esa es muy buena.
— Cállate. Eres un imb