Después de dar paso a las formalidades, toman asiento el uno frente al otro en exquisitos sofás de exteriores que se encuentran estratégicamente organizados en la terraza.
El día sigue nublado con una leve llovizna y la temperatura es fresca, pero a don Pietro le encanta el aire libre y se niega a tener una reunión en un lugar cerrado cuando puede desde su terraza observar al fondo la silueta de su amada Sicilia.
— Educamos a nuestras mujeres para ser nuestras esposas, guardar silencio, no hablar de más, comportarse de acuerdo a nuestros códigos de honor, acompañarnos en el camino. Las educamos para ser el espejo del poder, del respeto y la autoridad, para ser el espejo de nuestras poderosas familias. — Don Pietro observa a Rocco mientras habla con un tono pausado. — Las educamos para ser respetas y amadas, no para ser humilladas públicamente.
La furia de don Pietro se ve reflejada en la turbulencia de sus ojos, que, al igual que el día, podrían desatar una torm