Rocco se toma un momento antes de responder. La forma en la que ella mira en su interior lo altera y solo desea acabar con los pocos centímetros que los separan y fundirla en su cuerpo.
—Nunca he tenido un margen para durar, no puedo permitírmelo. Crecí en un lugar donde, si dudabas, perdías. Si mostrabas miedo, desaparecías. Y todavía sigo en el mismo lugar, donde aprendí que si quiero vivir debo hacer dos cosas a la vez: castigar y proteger.
—¿Y querer? ¿Amar?
—Eso no se enseña, ni se practica — responde frío y Caterina siente de inmediato que ha erigido un muro en segundos.
—Entonces no sabes.
—No.
Caterina levanta su brazo y, con toda la calma de la que es posible, desliza sus dedos por su mentón y su mejilla izquierda, debe empinarse un poco para poder alcanzarlo y su gesto hace que pierda el equilibrio. Rocco de inmediato la sostiene de la cintura.
—Puedes llegar a sentirlo.
—Lo sé — s